egras tóxicas, preparaba a su hija Valeria
a opulenta casa, Sofía supo q
io, una mujer que había destruido tres matrimonios de su propio h
ó a Valeria un flan de cajeta con una salsa de chile de árb
arada. El ardor la asfixió, su piel enr
inocencia, preguntó:
alarma, de furia, y u
nvenida, era una de
Elena! ¡Qué maravilla de chile! ¡Ricardo, sírvele a tu p
na teatralidad impecable, rocié el postre de D
Primas! ¡Una receta familiar tan
jeres a tragar su propia malicia
su porción, asegurándome de que su h
batalla hab
tá cazando un conejo, pero acaba d
icrófono, ni que cada una de sus