ambas manos. Sofía no perdió la calma. La furia que sentía era un bloque de hielo en su pecho, frío y calculador. Hacer una esc
sereno que todos se giraron para mirarla. Le pas
espira. Es solo una re
y dirigió a todos una so
e que cualquier emoción fuerte le cae de golpe al estómago, y conoce
. Doña Elena parpadeó, su guion de "la n
voz llena de un ent
na ofensa para la receta de su bisabuela! Ricardo, mi vida, sírv
ar, Ricardo, confundido pero obediente, le sirvió una porción generosa del flan,
e alegre el corazón!", exclamó, rociando el postre
el ritmo, se gir
receta familiar tan importante debe ser compartida. Es una ben
Una por una, las tías y primas se vieron obligadas a aceptar una porción del flan endemoniado. Sofía,
e su peinado se sacudió violentamente. La tía Consuelo se abanicaba la cara con una servilleta, sus ojos llorosos fijos en su hermana
hara y su rostro se contrajo. Miró a su esposa con un rencor acumulado durante treinta años y luego a Sofía, que le g
el lugar de Doña Elena. La mujer la miraba con puro veneno en los ojos. La sonrisa
ran maestra de esta obra de arte. Doña Elena, usted debe honrar a su bisabuela comiendo la porción más gr
en el plato de Doña Elena y, antes de que la mujer pudiera decir una palabra, vació el resto del
Sofía, levantand
a, la miraba fijamente. Rechazarlo sería admitir su trampa. Aceptarlo era someterse a su prop
tura visible. Su rostro pasó del rojo al púrpura. El sudor perlaba
na sonrisa de p
lo hizo con mucho amor. Un amor que pica, pero entr
llena de fuego, solo pudo asentir con un movimiento espasmódico. La primera batalla había terminado, y Sofía no