a única persona que ya no quería ver. Mi nombre era Ximena, una chef de repostería que había encontrado en el azúcar y la harina una forma de arte, pero
ón que alguna vez llamé hogar, una espectadora silenciosa
rastro de luto en su rostro, ni una sombra de pena en sus ojos, solo la misma ambición implacable que lo había llevado a la cima del imperio gastronómico que construimos juntos, o que, más bien, él construyó sobre mis ruinas. Lo observaba, incapa
eó con la fuerza de un golpe físico, el diagnóstico del médico, la frialdad con la que Ricardo lo recibió, sus ausencias cada vez más largas, y finalmente, la verdad, la foto en una revista de sociales, él sonriendo junto a Isabella, la socialité cuyo encanto era tan falso como
mi grito fue un silencio que solo yo pude oír. Me miré las manos, translúcidas, impotentes, era una fantasma en mi propia vida, una prisionera de mis recuerdos y de su pre
era Sofía, mi mejor amiga, su voz, llena de preoc
ás? No he sabido nad
siempre" , respondió él
mena, sus libros de recetas, su taller... Quiz
una risa sec
ofía, ya mandé a limpiar todo, esos libro
nes, las recetas que heredé de mi abuela y las que yo misma inventé, eran mi legado, y é
ó de nuevo, era Isabella. Su rostro se transformó al instante, la f
hombre más poderoso de la ciudad?
spondió Ricardo, su tono era cálido, pro
instantáneo. La bilis de la envidia, una emoción que creí haber dejado atrás con mi cuerpo, me subió por la garganta. Esc
l y acero que gritaba poder. Mientras él estaba en una reunión, me
xesposa acaba de morir" , dijo una s
nto para empezar el negocio" , respondió la otra. "Ahora que tie
uqué en un rincón oscuro del pasillo, una espectadora invisible de mi propia tragedia, y por primera vez desde que mi alma se negó a