con ojos suplicantes. La noticia había caído sobre ella como un relámpago en una noche tranquila. La obligaban a casarse, y no con cualquier hom
calculadores. Su postura erguida y su mirada endurecida parecían ajenas al dolor de su propia hija. Para Martha, las
desesperación-. ¿No puedes ver que estoy sufriendo? No quiero casarme
bras de su hija. Su voz salió seca y firm
Sofía -dijo en un tono gélido-.
er tan fría, tan insensible. En su mente, las palabras resonaban con amargur
. ¿De qué sirve todo esto si yo pierdo la libertad, mamá? ¿N
modo, para Martha, lo era. Para ella, las emociones y deseos de Sofía no eran más qu
na frialdad que hizo estremecer a su hija-. Solo deb
na vida distinta, era demasiado profundo para ser ignorado. Estaba dispuesta a pelear por su amor, a enfrentarse a su m
sacrificado años de su vida, y ahora, cuando más nos necesita, tú p
or, su apoyo en los momentos más difíciles. Había sido el único que la entendía y la defendía de las estrictas normas y la fr
ró Sofía, con l
el impacto que sus pala
el aire, pero la insinuación era clara, y sus ojos reflejaban una extraña mezcla de contro
que su madre estaba utilizando la enfermedad de su padre como una estrategia, que lo hacía todo a escondidas para que Héctor no pudiera intervenir.
el matrimonio, si se rebelaba... ¿podría soportar la idea de causar el sufrimiento de su padre? Su madre se
na lucha imposible, un dilema sin salida. Y ahí, en el suelo, agotada po
dre y, con la voz rota, pronunció las pa
ró Sofía-. Acepto. H
victoria era completa, y sin una palabra de consuelo para su hija, se dio m
os, su libertad... todo se había desvanecido en un instante. Su vida ya no le pertenecía, y en su corazón so
una vida que no buscaba a lado de un hombre que seguramente era tan despiadado
oco del dolor que sentía en su pecho, quería a Hugo, quería que la consolara en este in