a Garz
certidumbre cruzó el rostro de Damián. S
carcajada salvaje y estridente que resonó en
ijo del ojo. "Realmente eres una perra mentirosa y desespera
es estéril. El accidente de coche de hace diez años se encargó de eso. Ha sido un muerto en vida desde entonces, incapaz de produci
mo te atreves a arrastrar a un buen hombre como Arturo a tus sucias mentiras? Te
miento público y su propia codicia desesperada. Discutir era inútil. Era
bebé. Tenía que sobreviv
ido en el suelo. "Es verdad", susurré,
jenme... déjenme llamarlo. Déjenme lla
r a Arturo al teléfono, esta pesadilla terminaría. Él descendería sobre e
vestido, mis dedos cerrándose alredamián se lanzó, pateando el teléfono de m
ie. No vas a conseguir que mi hermano te cubra
alón sobre él con un crujido espantoso. L
e hizo añicos
vestigio de mi fuerza se desvanecía. "No se trata del
. Estaban perdidos en su p
rostro. "No se va a rendir, Damián. Mientras esa cosa esté dentro de ella, se
stómago. Luego miró a Damián, una pregunta
ruscamente,
endió. La punta afilada se clavó en mi a
uier cosa que hubiera conocido. Un fuego estalló en mi vientre, un dolor desgarrador y lacerante
aterrorizado. Mi bebé. Mi hijo. Se retorcía, c
es, todo se desvaneció hasta un punto negro. Todo lo que existía e
de Brenda. "Por favor", rogué, la palabra un sol
ta y triunfante en sus labio
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