a Garz
remidades atadas me dejaban indefensa. El agua se precipitó en mi nariz y boca, un torrente sofocante y ardiente. El pánico, pr
pera agarró mi cabello y me sacó de vuelta a la superficie. Jadeé, tosi
gua, su rostro una máscara grotesca a la luz de
eró de mi abdomen, doblándome en el agua. Era esto. Estaba sucedien
necesidad desesperada y animal. "Llama a una ambulancia. Me equivoqué
e mezcló con el agua de la alberca y mis lágrimas. "Es
rándose para patearme
ó. El terror de ahogarme todavía estaba allí, pero era distant
apoteo de mi cuerpo golpeando el agua, sino eldo, estaba abollado hacia adentro, arrancado de sus bisagras como por la mano de un gi
un coche se c
AMI
o de rabia pura e indómita que p
de la alberca, su rostro una máscara de incredulidad y miedo. Era un miedo que conocía bi
por su rostro mientras nuestro padre, Don Ramiro Montemayor, s
acia ellos con una falsa y efusiva bravuconería. "Llegan justo
racias a Dios que están aquí, señor Montemayor. Val
la vergüenza a nuestra familia. Yo... yo solo estaba limpiando el desastre". Bajó la v
n lago helado, ardían con un fuego que nunca había visto. Estaban fijos en mí: en mi
yó de bruces sobre el césped bien cuidado. No le dedicó una mira
ba en los nudos húmedos y apretados de la cuerda. "Val
y gutural escapó de sus labios, un sonido de pura agonía
él. "Salva a nuestro bebé. Po
El agudo chasquido de su bastón golpeando la carne reso
á mintiendo! ¡No es de Arturo! ¡Llevamos
chillona. "¡Ella se enteró de que estaba embarazada hace sol
reen que lo saben todo?", bramó, su viejo cuerpo temblando con una rab
, con la boca abierta.
tal. Se puso de pie, volviéndose para enfrentar a su hermano. Su ropa mojada se le pegaba al cu
pateó a su hermano di
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