de auto. Cuando sobreviví y confronté a su amante, me
iminara por una lesión, me acorr
había sido una arquitecta brillante, y la
había destrui
que acababa de de
ítu
ista de El
retorcidos de mi coche, pero el universo, con su cr
oz apenas un susurro ronco, no fue a mi madre. No fue a mi mejor
da se presentaron antes
Ciudad de México, un lugar para el que una vez ayudé a diseñar la iluminación, sinti
lo de aduladores de la élite de la ciudad, aceptando elogios por un almuerzo de carida
parecer una rosa delicada. Su cabello era una cascada de ondas
porcelana, que hacía que los hombres quisieran protegerla,
era, por supuesto. La señora de Gerardo Montes. La esposa silencio
te cuando me vio. Un destello de algo -no miedo, sino cálculo- danzó en sus
a miel-. No esperaba verte
frente a ella, lo suficientemente cerca como para ver las dim
voz firme y clara, cortando la ag
ia vaciló por una fracción de segundo. Se recuperó maravillosament
moviéndose rápidamente, midiendo a la audiencia-.
liqué, mi mirada fija en la suy
flotaran en el aire, p
eles a su oficina esta ma
ta máscara de porcelana. Ella había esperado lágrimas, gritos, súplicas desesper
era casi insultante. Como si yo no tuviera derecho a tomar tal
r q
la caverna silenciosa
ra como arquitecta, esa por la que los profesores me llamaban un prodigio, para convertirme en la esposa perfecta para un político. Organicé eventos
un halcón y recordé los nombres de los cónyuges e hijos de cada figura polític
obtuve
umento médico. Una vasectomía. Realizada hace tres años, justo después del aborto espontáneo que había destrozado mi mundo. Me había
or a gasolina y el sonido de su voz en el teléfono mientra
, su voz fría y distante. Una pausa-. No, Valeria, quéd
us pasos alejándose, de
r
mis labios. Probablemente se veí
ntira sabiendo a ceniza en mi boca. La verdad era que el amor había
s sorprendidos ojos az
es to
ando una pequeña "o" p