ista de Es
susurré, mi voz er
lada entre los escombros de mi recuerdo más preciado.
ropósito, Estela -di
ojos, por una fracción de segundo, mostraron un brillo tr
último hilo de mi
cerebro pudiera procesar la acción. El chasquido de mi palma co
ente, una marca roja flor
nte para protegerla. Me agarró por los hombros, s
día de nuestra boda. Tropecé, mi tobillo se torció, y caí pesadamente, mi c
Kimberly, su voz goteando falsa
n de dolor. Por un momento, vi al viejo Javi
tiró de
da -dijo suavemente-. Es
do de alejarme de
de Kimberl
ió, volviendo sus ojos llen
e se necesitó. Su
empleadas que habían entrad
eó una de ellas, c
pitió, su voz no dej
tima y miedo, me inmovilizaron los brazos. Luché,
Javier, con voz fría-. Kimberly está s
l y un algodón en la mano. Se arrodilló, su rost
ró, una sonrisa cruel jugando en
el al
botella entera sobre el raspón
, mil agujas al rojo vivo hundiéndose en mi carne a la vez. Un grito se desgarró de
avier, mis ojos suplicándole ayuda, una piz
rando. Su rostro era una
a tensarse. Es
también
oz temblorosa-. Me duele... el
su atención v
alarma. La levantó en brazos co
sin una sola mirada hacia mí, la mujer a la que acabab
ada en un montón. El olor agudo y estéril del alcohol llenó mis pulmones, un
a destruida de mi madre. Se había hecho esa cicatriz protegiéndome. Ahora
mi garganta, un son
bía amado a un hombre débil que dejab
azos de la foto de mi madr
sonriente y destrozado-. Siento mucho h
ctuación obligada; mi asistencia no era opcional. Javier insistió en que K
ma y juicio. Yo era la noticia de ayer, la novia plantada. Kimberly, aferrada al brazo
éndose de sus chistes insulsos. A mí me dejaron sola en un rincón, un fantasma inc
que siempre había estado celosa
ves un poco... desechada. Supongo que el talento y la inteli
de vino, mis nu
debió d
luego se volvió inmediatamente hacia Kimberly-.
co, inmediatamente negado por su
mbro de Javier. Luego, mientras se giraba para caminar hacia
dió en cá
ctamente hacia ella. Cientos de copas de cristal, llenas de cham
o hacia Kimberly, envolviendo su cuerpo con e
ectamente en el cami
o el cristal. Fragmentos llovieron sobre mí, cortando mis brazos y hombros desnudos. Una pesada copa de cristal me
de asegurarse de que Kimberly estuviera perfectamente ilesa, finalmente se volvió para mirarme. Sus ojos s
-