sa
na, limpiando metódicamente las encimeras de mármol, el aroma a limón y cloro
r antes de reducir mi carrera para apoyar la suya. Había pasado horas horneando desde cero su pastel de terciopelo rojo f
copa rápida con el equipo para celebrar la fusió
de un bar elegante de la Condesa: Damián con el brazo alrededor de Kendra mientras ella soplaba una sola vela en un cupcake, Da
ándose la corbata, una imagen d
Se acercó al pastel, todavía perfecto bajo su cúpula d
untó la crema blanca en la mejilla. Era un gesto que pre
simplemente
elo rojo -dije
lo hi
S
e su dedo y lueg
or no está bien. Parece más un
cto, que la intención era lo que contaba. La nueva Elisa simplemente tomó una servilleta, se limpió el betún d
as. Esperaba una reacción, una chispa para encender su j
fase de bombardeo de amor estaba a
de papel blanca
favorito de ese
e, mi voz desprovista de acusación.
nsó por una fra
guardé un poco. D
como un turista en su propia cocina. Un momento después, desapa
la ducha seguía corriendo. Con un suspiro, me acerqué y abrí la puerta. Una nube de humo
o humeante, su teléfono, dejado en la encimera,
ero que todos tus futuros cump
toalla, una camisa limpia sobre el hombro. Me vio de pie junto a la
spiando mi teléfono? -g
mis extremidades todavía pesadas por el agotamiento del día. Me a
me había quemado en la rejilla del horno mientras sacaba su est
la se
brazo. Un dolor abrasador, al rojo vivo, se disparó desde mi
o, salpicando sopa por los azulejo
razo, que ya se estaba poniendo
su pulgar borrando furiosa