empalagosa del ambientador que alguien había rociado. Era un fantasma del castigo de l
de de la cama, con un tazón de mi avena favorita en sus ma
r -arrulló, su voz el epíto
ntrol con un amor apasionado? ¿Cuántas veces había visto su brutalidad como un escudo para protegerme, en lugar de la jaula que realmente e
ndo una mancha inexistente de la comisura de mi boca con s
go frágil que sentí que
como el veneno-, tengo una s
de llamada especial, un timbre suave y melódico q
ar, me incliné, arrebaté el t
alto, mi sonri
uién es la persona
os antes de que lo enmascarara con
itó el teléfono de la mano, su toque demorándose en
co se hizo más frecuente, más insistente, una súplica digital frenética por su atención. Lo observé por el rabillo del ojo m
la casa de subastas privada
nsola central y devolviéndoselo-. Probabl
el teléfono, tan desesperado por apaciguar a su verdadera amante, que ni siqui
a gran entrada, él ya estaba
brieron. Y allí, proyectado en una pantalla masiva q
do de dos cuerpos, retorciénd
eniosamente oculto por las somb
er no. Era C
por el sistema de sonido de última gene
lor. El teléfono se le escapó de las manos,
signado en la primera fila. Miré hacia
aprendido la lección de mantenerse alejada de los reflectores. Alguien debe habe