ista de So
del hospital. El Hospital Ángeles Lomas era un mundo aparte de los pasillos familiares
ficador de lla
tres veces ant
no era una pregunta. Era
endo al pasillo silenc
asladado. ¿Qué demonios estás haciendo, Sofía? -exigió, su voz tensa de fur
A partir de esta mañana, ya no
conoce su caso por dentro y por fuera -gruñó-. ¿Es por lo de esta mañana?
entáneamente sin palabras. Estaba tratando de manipularme, de
esto -dije, mi voz como el hielo-. Necesita un médico que esté com
o! ¡Ivonne es un
epliqué-. Pero su enfermed
en la línea. Luego, su voz
Sofía. Me quedo con ellas
ogara, que le suplicara, que me disculpara por
n -d
sta vez. Era el sonido de un hombre cuyo
epitió, de
e hecho, quédate allí todo el tiem
o. Era por la sensación estimulan
ó con un mensaje de un número desco
ompasivo, y mi madre depende tanto de él. Le cuesta decir que no cuando alguien lo necesita. E
ogio a la "compasión" de Damián, la sutil indirecta de que él era
lamada frenética y Damián correría al rescate. Después, vendrían los mensajes, las "disculpas", los constantes recordatorios de cuánto lo "necesi
saje y bloqu
volvió a s
é y co
l número de Ximena? -e
ébiles y teatrales prov
Estoy con mi madre, que acaba de tener una cirugía
da. Después de todo lo que hice hoy, después de que salvé la vida de su madre, ¿así es como me
ionado
absurdas, tan colosalmente injustas, que todo lo q
te logré decir-. Eso es increíble, Da
uesta. Colgué el t
a comprensiva. La que empacaba su maleta para las "emergencias" nocturnas en casa de las Gallardo. La que sonreía cortésmente cuando
a adoración, y las Gallardo alimentaban esa necesidad con
. Su respiración era uniforme, su rostro relajado en el sueño. Estaba a salvo. Estaba c

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