Instalar App
Historia
Demasiado tarde para tu segunda oportunidad

Demasiado tarde para tu segunda oportunidad

Autor: Gavin
img img img

Capítulo 1

Palabras:2478    |    Actualizado en: 11/12/2025

me prometió que nos casaríamos en 99 días. Pero después de salvar a una socialité, Frida

accidente automovilístico, Bernardo la defendió en el fun

empujó al suelo y la eligió a ella por

nsolar a la mujer que destruyó mi vida. Su

internet y huí a Parí

, Bernardo apareció, rogando por una segunda oportunidad.

más. Esa noche, la madre de Frida, buscando

golpes que eran para mí. Mientras yacía sangrando,

alvado, y le dije: "Ahora tengo una nueva vida,

ítu

lquier estrella durante diez largos años. Bernardo Wise, el heredero de un imperio inmobiliario en la Ciudad de México, se suponía que s

había dado, el que prometía nuestra boda en 99 días. Cada día que pasaba era

n una excursió

la ciudad un zumbido distante debajo de nosotros. Entonces la tierra misma gritó. El suelo bajo nuestros pies se abrió, un torrente de lodo y rocas cayendo

en el camino del deslave. Su rostro era una máscara de terror. Sin dudarlo, Bernardo se abalanzó, po

ardo, su voz un susurro teatral. "Me salvaste la vida, Bernardo. Te lo debo todo". Sus ojos, sin emba

de la conversación, agudos y fríos. "La familia Tanner es crucial para nuestro próximo proyecto en Santa Fe, hijo. E

e días, Adela", dijo, su voz más suave de lo habitual. "Noventa y nueve días para pagarle a Frida, para asegurar la alianza de n

mi rostro. "Está bien", susurré, la palabra sabiendo a cenizas. "Noventa y nueve días". Me dije a m

tan equ

do durante meses se cancelaban con un mensaje de texto cortante. Mis llamadas no eran respondidas. Cuando llamaba, a menudo era para decir que estab

nté llamar a Bernardo. No hubo respuesta. Volví a llamar. Aún nada. Mi teléfono finalmente murió en mi mano temblorosa. Más tarde supe que había estado en una 'fiesta de recuperación' para Frida, quien aparentemente había suf

arrastrada a una bodega abandonada, el frío piso de concreto mordiendo mi piel. Exigieron información que no tenía, amenazándome con una navaja oxidada. Luché, grité, rogué. Incluso grité el nombre de Bernardo, una súplica desesperada al vacío. La navaja se desliz

visible como invisible. Me visitó durante una hora, sus ojos distantes, sus disculpas palabras huecas que no significaban nada. D

después de un largo turno, cansada pero feliz, planeando hacer mi sopa favorita. Frida, mientras tanto, había estado conduciendo a toda veloc

con sus margaritas pintadas a mano, fue em

tor se desdibujaron en un zumbido monótono. "Hicimos todo lo que pudimos, Adela. Lo

nductora, la señorita Tanner, está bien. Unos cuantos moretones leves. Estaba en su teléfono, dij

ecto al buzón de voz. De nuevo. Siempre buzón de voz. Lancé el teléfono al otro lado de la habitación, viéndolo hacerse añicos contra la pa

ueco en mi pecho. Entonces, los vi. Bernardo, impecablemente vestido, con una expresión sombría en su rostro. Y a su lado, Frida, pál

da de dolor e ira. Me abalancé sobre Frida, mis manos extendidas, queriendo desgarrarla, ha

e! ¡Esto es un funeral!". Sus ojos, generalmente tan suaves, eran duros y acusadores. Me empuj

ra su agarre, mis ojos clavados en los suyos

ida nunca lastimaría a nadie intencionalmente". Protegió a Frida con su cuerpo, sus palabras un frío y cruel d

durante diez años, el hombre que se suponía que se casaría conmigo en unos pocos días, la estaba protegiendo. Fue entonces, de pie

cia, su lealtad inquebrantable a una socialité manipuladora. El amor que había constr

o. Me dijo que me odiaba, Adela. Admitió que estaba distraída. S

n destello de duda en sus ojos. "¿D

s de que me apuñalaran, después de que mi madre muriera por su negligencia? ¿Y todavía la defiendes?". Sentí una

nto ni el lugar para esto. Estás desquiciada". Extendió la mano, no para consolarm

ientras ella destrozaba mi vida. Me apartaste, pieza por pieza, hasta que no quedó nada". Sentí como si me estuvieran arrancando el cora

dela? ¿Crees que tienes una oportunidad contra la familia Tanner? No tienes nada". Se burló, una mueca torciendo sus labios. "Eres una artista de cla

ue estrellas danzaran detrás de mis ojos. Un pinchazo de dolor me recorrió, pero no fue nada comparado con la agonía de mi alma. Lo m

que siempre me cuidaría. Que nunca dejaría que nada me pasara. Ahora,

absoluta desesperación. Una risa que reconocía la cruel y retorcida ironía de todo. "¿Crees que soy débil

vor. No empeoremos esto. Estás molesta. Podemos hablar de esto más tarde, cuando pienses con clari

nas un susurro, pero llevaba el peso de una década de sueños destroza

rrándose más fuerte al brazo de Bernar

aquí. No te hará daño". La acercó, murmurando palabras de consuelo. Me dio la espalda, un muro sólido entre nosotros, un

gido a ella. La beca para París a la que había aplicado en secreto, la que había descartado como un sueño imposible, de repente se sintió como mi única

voz apenas un susurro lleno de una promesa de retribución. "Te arrepentirás de esto más que de nada". Me di la vuelta, ignorando las miradas, ignorando el dolor,

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY