casara con él? ¿Frente a mí? Mi mente se tambaleó, tratando de procesar la pura audacia, la brutal crueldad de sus palabras. El rostro de Frida se iluminó, una sonrisa triun
. "Ahí tienes, Adela", dijo, su voz goteando veneno. "¿Es
r? ¿Qué había que decir? "No tiene nada que ver conmigo", finalment
gonizante, bajó la cabeza y besó a Frida. Un beso largo y persistente, justo allí, frente a mí, en mi habitaci
da fría y evaluadora hacia mí, la sacó de la habitación. La p
trañamente ligero. Estaba hecho. Verdadera e irrevocablemente hecho. Y de una manera extraña, una sensación de alivio perverso me invadió. Esto era lo que ne
iguiente. Mi teléfono, todavía destrozado por mi arrebato en el fun
da. Salió de su lujosa suite, su cabello brillante, una bufanda de seda drapeada justo así alrededor de su cuel
abrías escapado. Bernardo y yo estamos celebrando nuestro compromiso". Hizo un gesto a su alrededor
e hacia el baño, mis m
Dijo que estás desesperada. Es tan dulce, constantemente tranquilizándome. Dice que se encargará de todo". Luego extendió su muñeca, mostrando un d
pequeño dije de plata de una paleta de artista. Lo había elegido minuciosamente, diciéndome que
ella. El insulto final. No solo había seguido adelante; había profanado nu
rimas, desesperación. Mi mirada tranquila y en blanco la enfureció. Su sonrisa se desvaneció, reemplazada por una mueca. "¿Crees que has ganado algo, verdad? ¿Con tus pequeñas grabaciones y tu triste y patéti
trás, sobre la barandilla baja, hacia las duras baldosas del vestíbulo del hospital.
olpeando contra el mármol pulido. Jadeé, acurrucándome en posición fetal, cad
na voz familiar, aguda de ira. "¡¿Qué demon
a, pero sus brazos estaban envueltos alrededor de Frida, que sollozaba incontrolablemente. "¡Intentó empuja
a, la sangre que se filtraba lentamente en el suelo blanco por un nuevo corte en mi frente
z delgada y débil. "¡Ella me e
a. Solo estás tratando de llamar la atención". Apretó su agarre en Frida, acercándola más, presi
vestíbulo del hospital. Me dejaron tirada allí, un montón roto en el frío suelo, tal como lo ha
amor, su inquebrantable confianza en mí. "Siempre te creeré, Adela. Siempre". Sus palabras, una vez un consuelo, ahora se b
sgarrando. Lágrimas, calientes y silenciosas, corrieron por mis sienes, acumulándose en el f

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