melia
ue llevaba dentro. No le había prestado atención, demasiado segura en mi relación de siete años con Gabe, demasiado ocupada construyendo nuestro imperio. Creía que nuestro amor era una fortaleza impenetrable, un vínculo forjado
or la arquitectura. A menudo le preparaba la cena, algo simple pero nutritivo, y luego
las luces de la ciudad comenzando a brillar a mi alrededor. Mi corazón estaba ligero. Le llevaba a Gabe su lasaña favorita. Al acercarme a su oficina, u
una extraña premonición retorciéndose en mis entrañas.
dor, dándole de comer juguetonamente a Gabe un trozo de sushi. Él se reclinó, sus ojos brillando, aceptando el bocado con una sonrisa que nunca antes le había visto. No era solo una s
, un dolor agudo y abrasador. Me quedé allí, clavada en el suelo, viéndolo devorar el sushi, viéndolo
la lasaña enfriándose con cada paso, al igual que mi corazón. Me quedé afuera bajo la lluvia torrencial,
cesado. Entré en su oficina, los restos de l
pación, su voz teñida de molestia-. Estás empapada. ¿
í. No preguntó si había
osa -dijo, frotándose las sienes-. Necesito e
abra resonó en m
que yo había propuesto meses atrás, pero ahora, viniendo de ella, eran "brillantes". Gabe ignorando mis sutiles advertencias sobre la ambición de Cortney, su falta de límites. Incluso asignó una parte sign
a sus manipulaciones. Pero una sospecha corrosiva comenzó a devorarme. Una noche, incapaz
de mis mejores esfuerzos por mantenerl
escritorio, el ruido r
-espetó, su rostro contorsionado por la ira-. ¿
molestia. Me hizo sentir como si yo fuera el problema, como si yo fuera la loca. Me quedé allí, sin palabras, la acusación pesando en el air

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