n, en hombres...! ¡En todo! ¡Maldit
ía los ojos entornados y la furia lo cegaba mientra
oda vela y, caray, est
mar, un mercader decente reclutado por la Marina que se había pasad
scapar al barco pirata, también lo conocería. Si se iban a pique por
a la falta de hombres a bordo, en caso de que los abordaran. Le había explicado también que el peso de la carga podía a
viajaba con doce marineros. El navío que avanzaba hacia ellos, provisto de una bandera escarlata, era muy hermoso. Era una balandra ligera y rápi
tres mástiles, cuando la mayoría de las balandras sólo tenían el palo mayor, y sus velas atrapaban la más ligera brisa. Sus botes estaban situados tras los cañones giratorios. Era pequeña, ágil y fuerte. Logan sabía que no debía entrar en territorio pirata,
el duque? Logan se rió de s
su amor si tenía suficiente dinero. Su linaje era bastante noble, per
o lo que les habían robado. Si podía desafiar al mar y hacer aquel viaje, sería digno de Cassandra. Ella era el premio que más l
nder una empresa tan temeraria? Siempre había sabido que debía abrirse camino por sí mismo, y había conocido tanto a furcias como a
inceridad de todas sus palabras y sus actos lo que fascinaba a Logan. Podía amarla. Amarla de veras. Había, naturalmente, algo más que podía reconocer ante sí mismo. Ella sería la compañera perfecta pa
u decisión de correr aquel riesgo. Ni siquiera culpaba al padre de Cassandra, que s
iempre estaba ansioso por surcar los mares. Ansioso por encontrar a un hombre. Y ese hombre vivía en el mar, fuera de la ley. Logan aseguraba inclu
que se hallaba era él. Aquéllos eran tiempos peligrosos para navegar. Cuando Inglaterra y Holanda habían estado en guerra con España y Francia, muchos presuntos piratas habían creído librar una batalla justa. En