deseando ser una bomba sex
sa moralidad. Yo vivía en mi propio mundo, un mundo repleto de libros y rock and roll y solo a dos personas amaba verdaderamente, a mi padre y Araminta, con quienes me mostraba como realmente era: alegre, inocente y encantadora. De los demás me era imposible tener un buen concepto. Físicamente me conformaba con ser alta y delgada, de rostro ovalado, larga melena negra y lisa -más bien alborotada-, ojos oscuros, rasgos imperfectos, ni tan masculina ni tan superficialmente femenina. Siempre en jeans, grandes suéteres y zapatillas depo
no -afirmé con un a
no entiendo en qué mundo vives. ¿Cómo es que no sabías de estos "raros"? Debes socializar más, Carena. Pasas demasiado tiempo estudiando -contin
! -Reí con ganas-. Embri
as ella se revolcaba con hombres y mujeres cada vez que frecuentábamos aquel bar, el desierto de mi soledad parecía n
ierno mirar, permanecía triste y soltero. Mi madre había muerto cuando yo era una niña. Poco o nada recuerdo de ella y aún desconozco los detalles de su muerte, pues papá era muy reservado con el tema. Simplemente sostenía que enfermó de una extraña dolencia para
gente influyente del Sistema. Desde entonces, mi padre y yo vivíamos solos y apartados de cualquier tribu numerosa de parientes. Quizá eso explicara parte de mi naturaleza. Éramos unos solitarios, papá y yo. Pese a lo anterior, crecí siguiendo todas sus normas -incluido el gusto por los clásicos del rock- rodeada de su cariño incondicional y con una sensación de absoluta libertad. Se esforzaba día a día por mantenernos a flote, pues no nos era per
dea que estuviera en ella para planear alguna salida, pe
instantánea para ti, Carena, protesté en mi interior y justo cuando terminaba mi cena, llegó exhausto de la calle, mascand
Carena -dijo c
n y lo colocó en el so
sé que tendríamos algún plan esta noche
donado por su tutor que logró convertirse en mi calamidad personal, aderezad
a mí y bes
-exclamé ya sin intención
nquirió observando con decepción la cena q
ndole una mirada herida-. Para
y no te he visto salir con nadie más des
te desvié la conversación. ¡Política! Fue lo que se me oc
habla del clima-. Estuvo entre ellos un viejo a
io, papá
lectuales, estudiantes, h
terrorismo caprichoso f
hando una aparente inofensividad cuando en realidad viven rumiando ideas peligrosas. Te sorprendería la cantidad de inteligencias soberbias y rebeldes que pululan
reírme de su apoca
to, es tu ayuda para terminar un trabajo sobre Poe -agre
ansado -protestó mientras
mos,
, Carena -replicó-. Lo últi
las cejas, todavía resentid
doce de la noche y papá se había ido a dormir. Me dirigí a mi habitación, agotada, pensando en el ensayo final del Setenario, de Alfonso X, el cual debía entregar en una semana. Debo buscar ese libro en la biblioteca, recordé. Me metí a la cama y contemplé largamente el afiche de mi