elante de mis ojos, una sucesión de curvas asfaltadas, que se ensanchan y se estrechan dependiendo del paisaje. Unos enormes carteles coloridos publicitan un nuevo perfume femenino al cual no le presto ni la menor atención. Estoy enfadada conmigo mis
con amargura. «Debería
d, suspiro hondo y bajo la ventanilla para que el aire fresco mitigue mi desesperación. No puedo evitar pensar en mi
dejase cazar por una cualquiera -como la llamaban cada vez que tenían ocasión- y se opusieron al enlace. Por aquel entonces, mi padre estaba en lo más alto de su carrera militar y, para no arrastrar problemas políticos ni familiares, no contrajo matrimonio con mi madre. «Total, es solo un papel», d
an en los países en guerra. Fue difícil dejar mi casa, el colegio y separarme de mis amigos. Para mi madre lo fue todavía más, puesto que en Suiza carecía de amistades y, por lo tanto, se
rar en otro, debido a los problemas respiratorios que padecía. Recuerdo con mucho dolor esa época, sobre todo, por el desenlace final ya que un día recibimos un sobre en donde se nos informaba que el mayor J
orso de la mano las amargas lágrimas que recorren mis mejillas. No me permito a mí misma llorar
trata de una vivienda muy descuidada que necesita arreglos con urgencia. El tejado tiene algunos agujeros por donde la lluvia se abre paso con facilidad y no quiero ni acordar
e mi vida para que no me siga haciendo daño. Aparco el coche en frente de la casa y me apresuro a entrar tratando de poner bu
rada lastimera y se levanta del sofá con cierta dificultad. Da pequeños pasos en dirección a la cama de mi madre y, tras echar un vistazo
mi padre y el consecuente derrumbe de nuestra familia. La mayor parte del tiempo está sumi
cuanto me incrementen el sueldo le pa
apoyar mi futuro en decisiones que no dependen de mí, aunque pensándolo bien no hago daño a nadie si intento convencerlo para que invierta su dinero en BTT. L
gado a la ciudad, necesite un lugar donde depositar sus ahorros. De acuerdo, puede que no me confíe los treinta y cinco millones que tiene, pero alguna cantidad m
a consoladora en el brazo. Sabe que muchos meses no consigo llegar a fin de mes en
cano y nadie, aparte de ella, me echa una mano con la difícil situación por la que estoy atravesando. La hermana de mi madre vive en Mallorca y
o y, tras peinármelo con los dedos, me lo recojo en una coleta alta. Me apetece tomar una infusión de plantas, pero antes decido ver a mi hermano. Acudo a su habitación y lo encuentro sumido en su mundo digital. Lle
lo y le aparto los cascos de su cabeza. Me siento sobre el ap
ecamente con la vist
a «nada», en realidad quiere
nto de mantener una mínima conversaci
el juego, acomodándose de nuevo los cascos sob
stán controlados por ahora, pero está incapacitado para correr o hacer cualquier otra actividad física, de modo q
ia, un poco cansada de mi negatividad. «Date
con amargura, «
té verde con jengibre. A continuación, me llevo la taza humeante a mi dormitorio y, una vez sentada de
os. Está apoyado en un poste y mira fijamente a la cámara. Tiene una figura impresionante, de piernas largas, hombros bien formados -pero sin exagerar - y elegantes facciones. Viste un traje de marca en tono gris
biertas. Y eso no ocurre muy a menudo, ya que es,
s ojos, de un intenso color de plata fundida, y refreno
isma mirada grisácea, profunda y brillante provista de unas ligeras sombras de timidez. Ser el nuevo no es fácil para nadie, ni siquiera para él, aun cuando era el hijo de una importante estrella de fútbol. Acudí en su ayuda
se acuerde
fatale, aunque las dos
; Júnior comenzó su carrera futbolística en la liga ingle
e ello, ha volado del nido a una edad muy precoz. Eso me hace tener esperanzas con respeto a él. Me está dand
Instagram. Me sorprende la escandalosa cantidad de
fra hace que mis
rsonas? Lo encontraré en un abrir y cerra
hora de poner algo de orden en esta loc
nteste al mensaje privado que le estás escribiendo, tr
y redacto el sig
familia a la guerra. Te he visto por la tele, yo también vivo en Madrid y me haría mu
oy al botón de enviar y me quedo con el terminal en la mano, ansiosa de recibir noticias suyas. Para aguantar la espera, me preparo un capuchino vienés coronado por una pirámide de nata montada. Lo t
pajar», afirma mi conciencia cada vez que me obse
so rendirme, soy una muchacha confiada y, por q