ños
tu mirada hacia abajo, una horripilante negrura te saludaba y los escalones de húmeda y mohosa piedra conti
igilo era algo que había aprendido durante su larga vida como caballero. Se notaba que el hombre estaba tenso, como capitán de la guardia ―y gran duque― su lugar se e
ra de unificación del continente, su rey y él siempre habían sido los primeros de las filas, si debían de morir su sangre se derramaría y mezclaría con la de esos hombres que les habían seguido, poco importaba si su ascendencia era noble o bastarda, en el campo de batalla la sangre corría sin impo
las paredes de piedra fría, huyendo para salvar el pellejo. Pero el rey le había
ba a desaparecer, y mientras esta se iba la melancolía hacía acto de presencia. El emperador le había pedido mantener al pequeño sol y la pequeñ
el enemigo― el gran duque de Parton soltó un hondo suspiro y, con instinto protector, atrajo aún más a su cuerpo el bulto que llevab
por los pasos de los guardias al cambiar de turno. Ella dormiría plácidamente en la habitación de su padre para hacerle compañía en su prolongado insomnio que le obligaba a pasar largas noches en vela. Gorka tomaría vino barato en un
realidad la golpeó. Despertó de su ensoñación
choncha jadeaba y hacía esfuerzos por mantenerles el paso mientras sujetaba una antorcha con fuerza
rrastrado se lo impedían. Los blancos cabellos del pequeño caían sobre su frente, chorreantes de sudor por su apresurada huida, a pesar de que los cabellos de la joven Eleanor eran negros ambos niños compartían una piel tan blanca que no se
labios de Eleanor e hizo al niño levantar la cabeza, el te
a teniendo u
a despertaría y c
brazaría para que
suyo el pal
te imposible que un niño de nueve años alcanzara a Sir James, a pesar de eso se irguió en toda su altura hasta que sus dedos rozaron los de su
Ellie. Yo estoy aqu
udible era el corretear de las
legaron al final de la infernal escalera y, en
gran duque conocí
depredador concedía a sus
der desenvainar su espada,
el sol, el tirano Gorka y el p