mí, algo difícil. Revisar exámenes, limpia
er todos sus pendientes del liceo. Este año hará sus quince y merece su cele
no de arreglar la sala. Suena mi celular, corro hasta el cuarto para atender. Una llamada perdida. Núme
a oír
uié
¿ya me o
ser tan evident
reconocí
móvil, guárd
estás? ¿Que
ero sin dejar
de pensar en lo inusu
l es no vivir lo que se sient
ras tener razón–r
cosas que no sean bien vistas o
, y éste de mí, tuve que alejarme, aunque era mi primer amor, por no ser desleal con ella. Siempre importaban los otros. Más
r yo quien importara, mi coraz
a verte pron
a creo que Carlos
e donde Carlos. Allí
son tus compadre
a cenar e
rmal, era el inicio de esas historias de amo
, hablamo
rde para
la tienda por hamburguesas. Era una emoción que me llenaba de fuerza, de adrenalina, de co
uñas. Faltaba una semana para esa cita, pero yo, quería v
uantas sentadillas para fortalecer mis piernas. A partir de allí, debí
cicios. Había avanzado en ello, pero... ¿que me pondría esa noche? Mi guardarropas no estaba tan variado, muchos jeans, al
la vestimenta. Escogí tres o cuatro cambios y medi uno por uno a ver con cual me vería mejor. Durante esa semana, iba al trab
atrevía a hablar de mis sentimientos con alguna de mis tres hermanas. María siempre fue muy extrovertida y no congeniábamos mucho. Karla era diferente, rebelde y desobediente, Rosita, la menor, siemp
ón con Ángel. Ella sería la primera en poner en tela de juicio mi moral. Ángel estaba casado. Y ella, también
porque él habia permitido que su madre doña Carmen, se
o que esta vez, deseaba gritarle al mundo entero