auge y aun así no se detuvo ni por un segundo, entregando a todos su mejor sonrisa, ese día era
runcido-. Debes descansar un poco, todo va muy bien. El jef
trañamente reconfortada, al menos alguien le agradecía el hecho de que había pasado más de 3 horas intentando descifrar
os que lo sé, pero, quier
artir de ahora -golpeó su hombro y la empujó-. Est
hica
uiero meterme en una cama, y es la mía
n relamida,
alda descubierta. No podría decir que su perfecta figura lo modelaba, a ella no le gustaba alardear sobre su ascendencia caribeña que le había regalado el don de comer
dietas, pudo bajar de sus 75 kil
orita Bellini, ¿cóm
me alegra que haya podido
no me sorprendería saber que fue usted la que logró
por qué su libro tenía tanto éxito, el carisma para ella era muy importante. Se excusó del Sr. Leigh que aún tenía su mano divag
lla sólo asentía como de costumbre con una enorme sonrisa en el rostro, se le daba muy bien
amos en que usted no se
r dicho o estado
vaya a sentarse un rato y pl
ista, otras más platicaban. Tomó su copa de champán y le dio un gran sorbo. Imaginó por unos segundos llegar a su
cho para lograr todo eso. A pesar de ello, ser la editora en jefe no es sencillo. N
ando cada nombre, puesto e incluso número
arriba descansaba un trasero del que jamás se imaginó desear, le acompañaban unos pantalones formales y zapatos negros muy limpios. Frunció el ceño al ver que traía una camisa blanc
ca, tenía un encantador perfil perfectamente cincelado, con cejas medianamente pobladas que adornaban unos ojos de color miel, en cuanto soltó una sonrisa el mundo se detuvo por unos segundos,
era lo único que sabía hacer, sonreír, no lo culpaba, también lo hacía constantemente frente a los jefes. El hombre mayor la tomó de la mano
ación de la suya que era tan blanca que no sentía que tuviera chiste, muchas veces imaginaba ser de un color más azucarado, después de todo su madre debió haberle heredado eso por
su manzana de
", murmuró su
ue no lo había visto? Si viene con tan p
tó una
ue todo estuviera tan perfecto -miró al hombre regordete y se despidió-. La
el hombre abandonó su círculo-. Sr. Hank, me alegra mucho que haya ven
metros al hombre, llevaba un elegante traje negro y su cabello canoso bien p
? Porque me apete
des. Le contrató sin más en cuanto la vio entrar a la entrevista, pero por supuesto que no había iniciado de editora, sino que escaló con esfuerzo y apoyo,
por la edad, no le culpaba, luego de tantos años debía descansar y má
cercana y dejó caer sus tacones mientras tomaba otro largo trago de champán. Realmente tenía que dejar de hacer las cos
ga Anne había conseguido para ella. No tenía certeza de por
uedó otra cosa más que cientos de deudas. Apenas un mes atrás terminó de pagarla y parece que nunca en su vida se sintió más aliviada. Lo único que quer
lágrimas, sollozando por lo que ya no era su v