depender de nadie. Aunque tengo muchas necesidades, estuve ahorrando un tiempo para poder adquirirlo. No podía seguir gastando la mitad de mi sueldo pid
ue me rodea, solo un poste proyecta algo de luz a unos metros de mi posición. Aprieto la mandíbula y rechino los dientes para aguantar el temblor que me recorre por un segundo. No confío en nada ni en nadie en este lugar y, precisamente por eso, es qu
uisiera quedarme aquí para averiguar si son paranoias
te y mirando al frente, atenta a cada detalle para evitar sorpresas; en la noche, como que los conductores se vuelven un poco locos. Tomo la misma
a de personalidades importantes e inalcanzables para gente como yo. No debería importarme siquiera lo que es o lo que representa esa marca reconocida, pero sí lo h
caigan sin remedio; pestañeo, porque me prometí no llorar más. A estas alturas, no debería importarme. Pero
sueño. Aquello que deseábamos más que nada y que a ba
rimer grado de la escuela primaria, se convirtió luego en una hermandad sin límite; hasta que fuimos un poco más allá. Siempre estuvo presente y para nadie fue un
luego quemarla en una hoguera, y que se cumplieran nuestros sueños. Las que aún hoy, recuerdo como si f
ero de vida (en su caso, compañera; recuerdo que así mi
mente pudiéramos crecer, desarrollarnos como profesionales y garantizar un sustento adecuado. Ya nobjetivo, entre los dos, fui yo. Fui feliz aquel glorioso día en que, dentro de un inmenso y repleto teatro, subí al estrado para exponer el di
staban un poco más asentados. Yo tenía mi título universitario, pero no me sirvió de mucho. Sin un currículum y experiencia profesional, en este país era una de las tantas personas que tenía
dos meses nos du
gó la mayor felicidad que alguna vez he tenido y el único motivo por el que me levanto cad
ra en realidad, qui