tan triste que nos deja sin aliento. Y ni
FR
ria One
gro y de mangas largas. Ese nombre me parecía tan estúpido.
mi padre. Él me necesitaba d
apenados. Bajé la cara, sabía por qué lo hacían. Siempre me habían ha
respecto. Mis ojos picaron mientras acompañaba
llevársela– le escuché decir y lo mi
la reconocía? ¿Y si me asustaba y me sentía aún peor por temerle? Mamá me amaba y yo a e
igí hacia el ataúd. Se veía tan
einándose seguramente y regañandome por estar siempre despeinada jugando de aquí para allá. Es
no para tocarla, estaba maquillada y parecía dormida, el cris
o rompió mi corazón–Mami, si vuelves prometo que no volveré a jugar en bicicleta, te juro que s
que reaccionara– Cariño– dijo él intentando enderezarme, se lo hacía difícil por lo que procedió a
ED
ia One P
a me ignoró. Lo mejor era no atarearla, después de todo si no fuese por es
sido enviada con mi abuela
a trabajar, se despidió de
o de mi tía y abriendo la
e y los labios de mamá luego de hacer una broma con ella
día ni caminar por su cuenta. Las seguí hacia la puerta que me indicó y al ab
cción, se puso su casco, sus botas y
instaló en mi garganta. Er
cado por ley. Lo desecharon, como basura dejando una llamada en nuestro contestador y de no haber sido porque
me atraído. Hasta que una
u hermano. Él tenía los ojos hundido
resistirme más empecé a llorar apoyándose en mi tío quien sufría t
sacerdote que despediría a mi padre. Una
a del alcance de la vista y de la mente. La muerte es un tránsito, es un camino hacia la vi
ierro de mi padre en aquel cementerio había
demás, y ni hablar de ver a mi madre en medio de una crisis emocional. Lo que menos quería era que me miraran y sintieran pena
FRI
uel aquello. Me rehusaba a ver cómo la arena caía por encim
cuchaba la voz de el sacerdote que repetía algún texto de
me impresionó. Sin saber
tan tristes que sentí era