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intentar huir, fallando, pues mi cuerpo no se movía. Y es que
go, pude escuchar mi corazón hac
de que no fue mi corazón lo que escuché, sino una vasija
erviosa, hincándome en el suelo para recoger mi desastre-... lo sie
pues comencé a llor
manos y, al darme cuenta que uno de mis dedos sangraba,
corté -dije-. ¡Ma
ra un segundo -dijo él
, soportando un doloroso peso que mi corazón no lograba contener y que mis o
cia-. Tienes que salir de aquí
o solo podía estar sobre mí mis
dijo Tavo ofreciéndome su mano p
fuese que me llevara, pues yo solo quería que Varo no
almacén que se encontraba al otro lado del jardín de la casa
do está bien -aseguró mientras me atraía a s
lloré tanto como necesité y, rato después, cuando el llanto al fin terminó, Tavo me
viendo a pasar mis manos por mi rostro para deshacerme de
finamente mientras sostenía mi barbill
tendía a lo que él se refería, o al menos no lo hice
ír, según mi estado de humor del día, pero en ese momento
co entusiasta, mi