nía la perfección ante mis ojos. La alevosía y la dureza con la que nuestros cuerpo se comenzaban a d
inmensa silueta, la cual me había quedado demasiado perplejo porque ya mi corazón latía al mismo ritmo
y más este reconocimiento de nuestras almas para pasar a nuestras sangres esta pasión que tocandote se hac
no lo era y que poco a poco expresabamos ante la Luna y las estrellas un acto digno de ver pasando de un