es donde trabajaba. Una suave brisa sopló y alborotó su flequillo que cubría su rostro en una maraña de mechas marrones. Era mediados del mes y
s lo suficiente para cubrir los gastos familiares; esta vez la situación de Claric
reado hasta la rodilla mientr
l centro de Valencia pasará desapercibida. Ella conocía bien el lugar y s
ino empinado. Sus ojos se iluminaron al ver el lugar rodeado por el verde de los llanos y cerros. Clarice tuvo la se
señalaba para la lujosa casa de campo con sus formas
cuidado de no dejar caer la caja de verduras en el suelo. Ella atravesó y frunció el ceño al pasar j
o de paja y se pasó la lengua por los dientes amarille
la suntuosa casa. Allí, en el hermoso jardín, había algunas rosas blancas y tulipanes que crecían fuertes e imponentes. Ella estaba en
lcanzó la hortensia. Ella trató de mantener el equilibrio, pero todos sus esfuerzos fueron inútiles. Las verduras estaban e
equilibrio y aterrizó torpemente en suelo. Las
l hombre de la barbilla denta
o su amada Carmen. No era el tipo de persona que se preocupaba por la belleza, y dada su ropa barata de tiendas de segunda mano,
pie y se compuso despué
ra y, alejándose, recogió unas verd
s una
rprendió al notar que C
a satisfacción! - re
hogar? Una mujer delicada debe
a, ¿por qué no te sumerge
rice tan asustadiza en la infancia. Ella siempre se escondía detr
erduras sucias! - Levantó
tomó el resto de las verduras
tiró de ella por el brazo. Antes de que ella reaccionara, la a
o, temerosa de que su voz
anos contra el pecho d
la boca de Clarice. Su mirada estaba cargada de malicia
estómago, era como si hubiera
uevo, gritaré! - Dio
ujer apareció en la entrada principal. - T
importa esta maldita cena
billetera y pagó las verdura
habló Clarice mientra
iró a Clarice. Hizo una pausa por unos s
dinero! - orde
tu limosna,
la mujer vestida co
uevo y deja de remendar
a arrodillada en la hierba. Clarice era la c
ó por el empedrado y se dirigió a la entrada principal de la c
a lo portón. En cuestión de minutos, el pedaleo