nto de Esc
hacia él se acercó una tortuga y le pidió que lo ayudara a pasar, ésta no se negó y lo llevó arriba de su caparazón. En mitad del lago
iremos ambos! -reclamó la tor
ero así es mi
iones hacer daño, no importando
*
za de la verdadera tiranía. No había a dónde ir ni a quién preguntar qué era lo que estaba pasando. Su corta vida como hijo heredero se
r de su esposa, humillado y con la cabeza abajo. Consiguió parte de sus propósitos, pero Samuel, jamás bajaría su frente, no importando lo mucho que el alma le estuviera doliendo. Su habitación ya no sería más el refugio de su soledad, ni la oficina en la q
der, tomó la pluma en sus dedos y firmó lo que la mujer, madre del ahora heredero, había designado para su vida. Que irónicas eran las palabr
sin que nadie lo supiera? Peor aún ¿imaginó alguien que ese heredero sería la pieza que Pete
pojando al joven que fue sacado de un orfanato para que controlara ese mundo. Ahora, regresaría a otro. Peter debió odiarlo mucho como para dejar un
lo. La mujer, la madre del nuevo Raine, le miró y se sonri
su altura, hasta que cumpliera la mayoría de edad y saliera a hacer su mundo, junto a su hermanito. Vio entonces como el
mismo al internado, síganos de inmediato, el tra
stumbre asustó, profetizó. Volvería. Por ahora debía so
bien. Se subió al auto con el uniforme que debía de nuevo portar, y se sintió extraño, él no usaba esas prendas desde hacía mucho tiempo, desde que fingía aprender cosas que él ya sabia con un grupo de niños jugando a diseñar. Se sentía incómodo pero sabía hacia donde se dirigía esa incomodidad, ya no era el dueño de nada ni de nadie, y
ería extrañarlo y cuando no dolía, se empezaba a olvidar y cuando se olvidaba er
*
hambre y sentía miedo que su estómago empezara a replicar por ser atendido. Por
bájate, ya
que me fue asignado, no moveré un pie fuera
dormir, si no le gusta, también podemos sacar a su hermano, que sí está en un bello lugar. O si lo prefiere, también
Era un reformatorio, nada más y nada menos. El soñado internado se reducía a una escuela con barrotes y mala actitud. Todos lo conocí
ni platillos, sin reverencias, lo recibieron como un chico más en el mundo. Entonces lo supo, la madre del otro Raine, quería asegurarse de tenerlo lo más lejos posible de la vida glamuro
titud o harán que la cambie a la fuerza. Aquí todos son iguales a usted, si no hace su trabajo, no come, si lo castigan los maestros duerme a la intemperie ¿entiende usted
ieron por lo bajo, la mayoría no entendió que hacía ese hombre ahí. Fue presentado como uno más que conviviría en esa cárcel y que fingiría en convertirse en un hombre de bien, aunque ya lo fuera. Samuel inspeccionaba los rostros sorp
l final de esta fila y saque su libro de consulta que se encue
entonces pasó junto a la única persona que conocía en ese lugar, el mismo al que había antes tratado
y saber qué rayos hacía ahí el ricachón de Samuel Raine, exponiéndose a la porquería que era ese sitio. A su vez, Samuel, que estaba mucho más atrás, no dejaba de verlo preguntándose que
a donde quedaba el comedor y cómo era que tenía que pedir la comida aplicó el viejo refrán "a la tierra que fueres..." y así se enteró que debí
ero la verdad que ignoraban, era que fue despojado de todo y solo tenía lo que llevaba encima y lo que cargaba en un maletín tan pequeño, que no cabían todas sus desgracias. Cuando su bande
os llenaba de curiosidad su presencia, por eso cuando iba a dar la primera cucharada al plato, la ba
rle tirado la bandeja al joven Raine. Los otros le temían, ese era un matón de primera y su pandilla dentro del reformator
esto que has tenido que comer tanta basu
co se le lanzó a las piernas y logró tumbarlo pero justo en el momento en el que iba a romperle la cara entró un guardia descomunal y los separó, sacándolos del lugar y enviándolos a cada uno a su ha
bijas a pretender que todo era una pesadilla y que cuando despertara, en el salón principal estuviera serv
lo que al parecer era una fruta. Atinó, era una manzana. La estrechó en su ma
haces aq
tu corporación planeando algún nuevo negocio o algo así? ¿Qué rayos h
y se quitó la camisa buscando bajo una almohada su ropa de dormir. Samuel lo miró muy intrig
ir si su majestad m
n mala suerte como para comp
s aquí, pero ahora probarás los arrabales, señor. Y
joven de cabellos castaños, y a fuerza del dolor, que tenía una manzana en sus
á otro día -dijo Jo
quí... -preguntó
a mayor de edad. Creo que no soportó que a pesar de la pesadilla que vivía con él yo fuera f
diagonal a la de Samuel, cerró l
su sorpresa todos lo saludaron y le desearon una feliz noche. Se sintió entonces mej
*
capí