dad, era Samuel Raine con el que compartía habitación. Por su parte, Samuel, hacía cada vez más enemigos con su a
i una palabra al odioso Samuel. A su vez, el joven de ojos de cielo, se sentía un tanto a gusto que Joel le tratara como
a ser tan odioso y altivo. Solo Joel entendió que su altanería era por naturaleza, que ni a punto de morir su aire arrogante desaparecería. Y lo compadeció pues él sabía que la vida de Samuel no había sido un jardín de rosas, que su infancia la vivió en un orfanato, luego saltó a una mansión donde lo obligaron
bandonados, porque su esposa no pudo darle un heredero. No obstante, no se esperaba que ese niño al que creyó que le hacía un favor, terminara salvando sus empresas, convirtiéndose en uno de los CEO más jóvenes de la historia. Su increíble manera de analizar las cosas, les tr
orque su esposa amó mucho a ese niño, y lo culpaba por la muerte de esta, en un accidente, en el que en realidad nadi
abía que iba a morir y su poder quedaría en manos de Samuel, así que prefería que todos perdieran, antes que ver a su hijo adoptivo en la cabeza de la Corpor
o este? Digo, es verdad que aún es menor, pero yo creo que muchas empresas querrían ten
era que al tenerlo aquí lo escondieran. Por cierto ¿s
uardia lo obligó casi arrancándole el cuero cabelludo, él accedió. Será mej
ores? -preguntó J
Joel, tú sabes cómo son esos cerdos locos, será mejor que lo pre
ito menor, por el que suplicó piedad. Con el pequeño de 12 años cumplieron y lo enviaron a un internado, y para que eso siguiera sucediendo, debía aguantar en esa inmundicia de sitio. No obstante, el rostro de Joel vino a su memoria. Ese infierno se hacía más llevadero al sentirlo cerca, al escuchar su
l plan para su vida, era aún más cruel que solo encerrarlo en ese reformatorio. Tomó una más de las canecas para vaciarla cuando escuchó pasos. Volteó a ver haci
osotros, miren niños, una
ro de basura, come cuanto gustes no vendrán por ella
sabrás tu la delicia que es
y lo más ciego posible a lo que en verdad podrían esos hombres. Uno de ellos tomó una vara de acero y Samuel levantó su brazo que seguramente quedaría fracturado con el tremendo golpe que recibió. Los segundos que Samuel se t
haba pero no gritaba. El brazo le dolía horrores y solo pensaba en que terminarían partiéndoselo. Sin embargo, tuvo que o
a están atados. Te devolveré la
idad que le quedaba se le estaba acabando. Las patadas se hacían más intensas, las risas más locas, pero en
ntrada del callejón de basura, vi
odillas, era claro lo que se vendría. Mas Samuel, sacando fuerzas desde lo más hondo de su ser, logró soltarse del amarre, se levantó en un solo movimiento y lanzó una tremenda patada
os pandilleros, intentado salvar la dignidad de su líder que
cabeza y encogerse todo lo que pudo. Veía y aún escuchaba a Joel suplicar y se preguntaba por qué. Siempre habían sido enemigos, al menos él lo era del chico rubio. Se sintió conmovi
lo vio llorando aún más fuerte por él. Joel lo miraba a los ojos con tristeza. Las gotitas de lluvia caían en su cuerpo, haciendo que se combinara con l
a de Samuel -¡Ay, Samuel, Ay, Samuel! -se lamentaba por él. La lluvia comenzaba a arreciar, los hijos del demonio veían a Joel llorar y reían a carcajadas
ras corría al encuentro de todos esos maleantes. Soltaron de golpe a Joel y sali
impiarle la lluvia cruel que le empapaba las heridas. No soportó verlo así y lo abrazó todo lo fuerte que pudo, intentando protegerlo. Samuel movió un poco sus ojos para ver a Joel, con la expresión d
or no poder protegerte... -y de nuevo, sin dejar de cu
ora solo poseía huesos rotos. No obstante, ese abrazo cálido que lo estaba protegiendo de la lluvia, fue de las cosas más lindas que había sentido en su
*
capí