itación abierta para mí. Succioné con fuerza mientras ella soltaba desesperada el aliento y un grito que rápidamente fue silenciado. Su cuerpo dejó de resistirse a los pocos segundos y luego calló
tenía que limpiar dos desastres. El mío y el de... Duncan. Gruñí de
tiré a un tacho de basura, luego el de m
as, mu
al objetivo y ahora que sabía que el malnacido de Duncan andaba cerca, debía cuidar aún más
a la azotea del edificio más alto. Me ubiqué y fui -de salto en salto- hasta d
d. Bueno, cerca para mí que podía desplazarme a una velocidad tres veces m
ida. Supuse que era el dormitorio de ella y lo comprobé cuando llegué hasta dicha ventana. Me apoyé en la escalera de emergencia para incendios y luego observé con cuidado de no ser visto por el cristal. Era una habitación grande pintada de un pálido lila. Una cama de dos plazas con un gran dosel negro ocupaba el centro de la habitación. A cada lado había un velador con una lámpara sobre cada uno. Muchos cuadros pendían de la pared en la que se apoyaba el dosel
an por los finos cabellos y caían sobre la bata. Con la misma toalla trató de secar sus cabellos mientras se miraba al espejo. Cuando estuvo satisfecha tomó un palillo y recogió toda su melena en un improvisado moño. Luego se paró y dirigió a una pared en la que no me había fijado. Ésta tenía el dibujo de una gran
ó pinceles y muchos tubos de pintura. Así que era ella la artista de ca
ared. No me di cuenta de cómo me fui acercando más y más al ventanal hasta que choqué con un masetero qu
era el momento de presentarme en su vida y menos de esta forma que la haría llama