o. Lucía especialmente delicioso, después de trabajar toda
go... -le dij
cual agradecía pues la joven de veinticuatro años ap
presumió el hombre de treinta años
modó en la banca del comedor
amiliares no podían llevarles comida. Era la única mujer en el lugar y éso lo sabían sus compañeros porque tenía
Nicasio Rojas desde el extremo
a pequeña de un metro sesenta se incorporó e hizo un ruido de vomito hasta incomodarlo. Sonr
a sentarse al lado de Carolina, como su guardián. Era un moren
quitaba la v
e día cuando tomó un bocado grande, porque ni para comer e
o y Jonás. Siguió masticando sin c
preguntó con
staban puesta
ada raro en la cara. De pronto, un calo
dentro. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Se tocó las mejillas
creció sin control. Saltó de la banca y se movió de un lado a otr
lina enchilada. Entre lágrimas y en
vaso de agua y se la llevó a la
naldo levantándose. Carolina se apoderó
sidad. Su enorme aspecto fué risible cuando se empezó a retorcer
ú fuiste! -lo ac
eacción de los hermanos, que no
o no hi
la lengua desean
y le trae al patrón! -se quejó Carolina. Fué a su l
adores se
, tú fuiste -lo de
jón! -replic
Jonás enojado, también con lágrimas, tomando la jarra q
os se queda
mandaba a sus casas y ya saben lo que éso significa -dijo la chica. Los empleado
Reynaldo, observándolo ceñudos. Contuvo l
ésta vieja se haya q
na ret
ú, pendejo! -dijo agarrándose la ent
apretó l
con desprecio-. Con éso de que er
re él y le dió un der
eno para hablar de las m
jo reaccionara. Aunque era más por caballe
ue te largues o te vas a enf
les dió la espalda. Se iba yendo cuando le
a, cabrón! -gritó Carolina, arranca
daron tres trabajadores más para terminar los
l establo se encontraran bien resguardados, c
ron. Carolina alcanzó a ver un anim
llevó una mano a la cintura.
no se aparecía -comentó, Abraham
ustar pa' qu
su labor. Entre la lluvi
-inquirió otro
a a ir tan tranquilo hasta q
siguieron
n detrás de ella para revi
e escuchó el grito de la
a encontró adolorida con el pie atorado en una madriguera, q
ó mal
preguntó burlonamente, ye
tuvo el dese
e de mi,
empezó
uy in
acercó peli
ta la ho
ndo un puño de lodo en la cara
la, por el brusco movimie
e la enorme camisa vaquera que usaba-. Si no, ya verías lo que es un hombre -la
rta el hocico! -replicó Jonás vi
contra su metro setenta y lev
a -mintió descaradam
de moverte -le
el tobillo -comentó uno de lo
lodada y remojada por
das en el tobillo-. ¡Y tú, lárgate! -dijo
de su aprieto, Nicasio se alejaba, una vez más de mal humor. Por éso la odiaba, a na