a día, con una simple reverencia y mirando constantemente al piso; y que dejaba sobre aquella enorme mesa de nogal que Generoso visualizaba en medio de la gran sala de su casa, la
esentaba incluso, hasta el pasado de su pasado, a escupirle directo al rostro, reproches y más reproches. Solo en muy contadas ocasiones, se apersonaba el espíritu tierno, delicad
cio. Sobre su aura, irradiaba su pasado, ese pasado que nunca había mirado a los ojos a Generoso; puesto que aún no era su tiempo. Aun así, se presentaba y se sentaba a su lado, se limitaba sólo a eso. Su aura estaba impregnada de aquella soberbia época en la cual, aquel General prepotente y petula
antizaba la inviolabilidad de la vida y la libertad. La prohibición de penas corporales mayores de quince años, y la abolición de penas infamantes, grillos, cepos y esposas. Llegaba a hacer referencias extrañas a Generoso, pero no sólo era eso, además de susurrar libertades y derechos antiquísimos; era ese fantasma, po
, se quitó la careta; procediendo a violar de manera reiterada, las normas que había establecido en su propia Constitución. A un ex presidente, de quien temieron una invasión, lo amenazaron desde su país; al señalar que lo esperaban para capturarlo y ponerle un grillo de setenta kilos e incomunicarlo en la prisión más aberrante que se haya conocido jamás. Ya no
po sobre el tedioso camastro y dejar que el sueño lo apabullara y lo condujera directo a una alucinación. Incluso, en ese sitio de su letargo, aquella invasión de fantasmas se arremolinaba para martirizarlo. ¿Qué infinito mal había hecho Generoso para que eso le sucediera? Era la constante pregun
ento. Con asombro, como si fuese la primera vez que la miraba, se sentía invadido en primer lugar, por una estela de temor que en instantes desaparecía y daba entonces pa
adre? ¿Por qué su
a. Este sufrimiento me ha estado torturando desde que tu llegaste al mundo, mi amor bello. A tus hermanos amamanté y cuidé con esa de
e la cuenta, salí adelante. Ya cálmese madre. No fue culpa suya. Son las cosas de la vida las que nos pasan muchas veces
con haberte dejado solo. No ha bastado con que yo entregara mi vida cuando llegaste a esa, tu vida. No bastó mi paso por éste borrascoso mundo, para que a pesar de ello, se me someta a ésta interminable penitencia de no poder ver las lu