lugar solo había una mueca horrenda. Exhaló con pesadez, intentando contener el llanto. Los recuerdos del pasado no la d
or
le imprimía cierto aire de tristeza, como si en ese reino invisible al que todos pretendían llegar estuvieran de luto y lamentara la partida de alguie
s climáticos n
do. Le dan cierto aire de tristeza. Hacen que el día parezca salido de una película antigua y melodramática; pero
la le pareció
anhelos que una vez creyó que se volverían realidad. No importaba; la vida se le
osible describir con simples palabras, y hubiera sido hipócrita hacerlo en ese instante; aun así, lo intentó. Fue masoquism
s -su
e un minuto. Nada más uno, rogó, y repetirle lo mucho que lo amaba.
en eso se hac
ruel. No lo supo, mas tuvo claro lo que perdió: le arrebataron la vida entera en un instante. Aunque nada se podía hacer, porque el destino era así d
Nada tiene sentido cuando el corazón está roto y el alma no consigue motivos. Nada inte
istante como ese cielo nublado que no le ayudaba en nada. Recorrió con la yema de los dedos el rostro de aquel niño encantador que la protegió de todo
.. Chri
una». No la hubo, no llegó en eso pocos m
frágil. Sentía un malestar hondo, pero no era físico. Espiró. Emma consideró lo injusto que era el destino. ¿Por qu
tra la desgracia costara lo que le costase. No podía fallarle al rendi
gre
la, si tan solo él hubiera podido respon
quiero
acó del horroroso laberinto que representan sus pen
la mano, aferrado a su pecho porque ahí Christian estaba más cerca y, por ende, no volvería
ilencio a que su hermana respondiera. Cuando se dio
speran abajo. Y
amió los labios y ladeó la cabeza. Eso siempre funciona
ó en voz baja, i
osa, la versión femenina de David, su padre: alta, bonita y con unos maravillosos ojo
de cabeza. Ava continuó con esa misma entonación latosa-: Gabriel y sus hermanos llegaron anoche, al igual que Debra, Michelle y ese chico raro..., el de los rizos..., ¡Raúl! Por otro lado, Dylan y Tyler, y Sebas
Emma intervino asom
o que significaba amar y ser correspondido con la misma pasión. Se preguntó cómo se encontrarían él y su esposa Julie, imaginó que me
hacia arriba, cansada, y r
o Reece idio
limitó a
re. Al menos tú eres feliz», pensó colocándose el abrigo lila, que solía usar casi s
ino Celestial lamentaba la pérdida de uno de los mejores hombres que el mundo hubiera visto nacer: Christian Dunne. Eso, to
os -
mana y salió de la habitación trata
s muertos -que existieron antes que tú en la vida- te alcanzarán y te rodearán en la m
recordaba a
diría que era bastante fatalista. Quiso sab
quella caja de madera era su prometido? Y, en ese instante, sus últimas palabras le volvieron a la cabeza como un eco: «Sé feliz. Si yo mañana no estuviera, quiero que me prometas que lo serás, que volverás a reír, que cumplirás tus metas. Que no dejarás la repostería, por mucho que D
e que lo único que d
repitiéndose: «que no se note, que no se note». Aun así, Gabriel tosió para llamar su atención y la observó durante unos instantes
-dijo severo, para sorpresa de los
acariciarle el cabello, le abrazó con fuerza. Emma le enterró los dedos en la espalda, a pesar de eso, él no se movió ni dejó e
veces daba mue
Emma se alejó de Gabriel y, luego de sonreírle agradecida, se limpió
ersonas abandonó el salón