puedo con esta situac
ntidad generosa comenzaba a acumularse en la comisura,
or –le dijo su esposa Thal
as cosas, jamás me lo contaste -re
lo diría? Yo no... –tartamudeaba Thaly sin que
o, Dilas
stupideces: ¡Tú me mientes! Tenías qu
nvertido en nada,
pió Dilas Séllica con
que lo rescatara. En el fondo de su corazón ella deseaba decir lo que él quería escuchar, pero pensaba más rápido de lo que hablaba y no era fácil revelarle aquello. Estaba tra
n poder reconocer si eran de tristeza o de rabia, Thaly respiró profundo y abandonó todas sus creencias de honestida
, por favor, veamos cómo s
en la punta de sus dedos; acarició los codos, ásperos de tanto sol; llegó a sus hombros anchos y fornidos, esos que tanto tiempo la
favor
s ojos perdieron su destello animal y recobraron la humanidad pero, apenas Thal
que no sé lo que haces? Sé muy bien que juegas con mi mente y haces que o
a, él estaba perdiendo la cordura justo del
era tan grande su amor por él que deseó apartarse para no verlo su
dad, ahora en su mirada había entendido que estaba alargando la aceptación de una inevitable ver
a tu hija contigo -sent
primió el rechazo de la paternidad y sus diez años
alvar algo de amor patern
e no es culpa de Samantha, el
i hija. Ella... E
a Thaly suplicando m
rafías de la pared temblaron haciendo caer una de ellas. El cristal se agrietó en múltiples pedazos, distorsionando las caras fel
ron las peleas en el pequeño apa
*
es de pull & Bear ajustados a su cintura y una camisa blanca Zara que parecía flotar con cada paso que daba. Arrast
esaltaba con un brillo azulado, mientras que en Thaly el brillo era rojizo. El caminar ligero, simple y con cierto contoneo también las asimilaba. Ambas tenían piel blanca solo que Thaly tenía pecas que adornaban su nariz y mejillas y Samantha n
-dijo Thaly mientras le apar
ú estás llorando -le res
ala, fingía que no sentía el desprecio de su papá cuando ella se acercaba y, sobre todo, fingía que no se sentía culpable de que las cos
e importaba dejar atrás a su papá y
irá bien? –dijo con u
, suspiró con profundidad para llenar cada espacio de sus pulmo
tras energías dispusieron que debiéramos cambiar de rumbo y eso es lo qu
aba con los mejores años que había vivido. Fingía que no le aterraban los días que estaban
–insistió Samantha in
e siempre hablaba su mamá y aunque hubiese creído en la energía de atracción, la respues
burla en la pregunta de su hija. Entonces, con la mirada clavada en el p
estino, en cualquier caso no podemos luchar contra él porque solo nos quedará el cansancio y la tristeza de saber que la batalla estaba perdida antes de empezar. Lo que hoy ha ocurrido ha sido por la energía que emanamos -afirmó Th
aspectos y niveles, salvo en su tamaño físico. Entendía a la perfección todo lo que su madre decía, incluso lo que escondía de
aremos t
adoraba a Samantha, pero más amaba lo que ella provocaba en Dilas, cómo a él le brillaban los ojos de tan solo con escuchar su respiración y cómo se desbordaba de amor en c
lucha está perdida porque seguir allí o regresar podría ser peor. También se gana rindiéndose, mientra
as piernas. Luchaba por no caer de rodillas y llorar y lo estaba logrando gracias a la pequeña rompedora de corazones que sujetaba su mano con firmeza. Mientras tanto en su mente se atravesaban como flechas los recuerdos del padre amoroso, cariñoso y ejem
dar los días cuando caminaba con su padre de regreso del Colegio con su mano sostenida a la de él e intercambiaban sus tiernas miradas. Apar
eguntó Samantha para mantener
sadez en el banquito y dando palmaditas a su lado le indicó a Samantha que la acompañara. En
un par de años. Pero hasta que eso pase de
su mamá dijese «un par de años», lo consideró muy específico y le dejo cierta intriga rondando su cabeza pero sus párpados comenzaron a pesarle demasiado, las caricias de su