ES
zar de ajustarlos en mis manos, me planté sobre el asiento d
os y nos observó, a mí, por más de la cuenta. Cuando comprobó que ya estábamos todos los conductores
jó su mirada en mí, probablemente esperando algún gesto de coqueteo por parte mía, pero en vez de mostrarle algo,
el motor de mi motocicleta rugió impaciente, mientras yo me relajaba y me c
nto de inicio, apreté mi mano derecha en el manubrio del acelerador, antes de que el
tanto ruido intenso, de la misma forma que mi corazón palpitaba cad
prohibírmelo, nadie, absolutamente nadie, ni siquiera mi pad
ntra mí no era una competencia fácil. Le cerré el camino, sin tomarme mucho esfuerzo. En las carreras callejeras se hac
s complementos favoritos
uando podía hacerlo. Más lo era mi madre y mi hermana, sin embargo, en este instante me sentía inútil, inser
moto y correr por horas. El único momento
aplauden, unos gritan felicitándome, otros silban mientras otva
premio siempre era dinero, no podía decir que era una gran cantidad la que ofrecían, pero de algo t
os apostadores -Esta vez te fue mejor. Pero sigo sin entender como un niño bonito como tú, con mucha pasta y con casi por heredar dos m
lo lleve porque uno de sus apostadores hizo una inversión más alta cuando se enteró de qu
ra darle una inspección rápida a mi máquina, como siempre lo hacía después de terminar una c
itaba sacar un dinero extra para hacer mis cosas por debajo del
para ayudar a otros que en verdad lo necesitaban. Cosas que mi madre me enseñó desde que era un mocoso. N
Gero -Te tendré un gran competidor
iendo unos perdedores. Quería un buen competidor, uno que amará hacer lo mismo que y
era lo único esencial par
etiré los guantes y los lance en el asiento de copiloto junto con mi chaqueta de cuero negra que me quite primero.
pués subieron a mi pecho quedándose ahí. Las tomé para retirarlas, luego de hacer
i rostro para saber que necesitaba o que quería en este momento, ni siquiera me conocía -De
mi Ferrari o la subiría en mi moto para fo
de pronunciar un nombre al
suya una chupada en mi polla, y fue una gran decepción. No sé cómo maldita sea despu
no repetiré la
la puerta en el mismo instante. Conducí hasta las afueras de Sicilia
mi madre y a mi hermana, saber si estaban bien
y deshacer lo que tenía planeado. Igual no quería regresar a casa por Santi, él estaba insistente con acompaña
i me acompañará, siempre acababa haciendo las cosas por mí solo. Aparte en este momento no necesitaba una co
to reconocen el Ferrari cromado. Entre sin detenerme hasta que llegue a la entrada de la
on nadie, porque no sabía cómo iba a responder.
es que no quisiera verla, era lo que más deseaba, volver a ver su rostro iluminarse, que me regañe, que me abracé, y que me siguiera sonriendo como sie
h, m
a dolía tanto como el aire que re
xtra
i hermosa madre, ¿por qué ella?, ella que no le hacía daño a nadie, ella que solo se preocupaba por su familia y po
inju
í, tal vez minutos, con la mano en el pomo, y sin poder gi
e sin nunca moverse, aún sin poder abrir sus ojo
este momento. No dejaré que esa mierda me alcance de
z de las lámparas en las mesas junto a la enorme cama iluminaba
en como siempre, como si los años no pasaran por e
abitación me hacía apreciar solamente su respiración calmada y carente de emoc
quería sacarlo, pero teniéndola despierta -Juro por mi vida, quien te haya hecho esto, pagará con su propia vid
os los días, pasaban más tiempo aquí que en cualquier otro sitio. Mi padre en ocasiones olvidaba dormir en su habitación y se quedaba en el sofá que había aquí, sin importarle lo incómodo que podría ser par
po distante de esta habitación, era un c
daba miedo, perderla en cualquier instante, que dejara de respirar en a
y el mismo destello en el. Antonella se encargaba de cepillárse
do. Pero reconozco que ella era tan fuerte como
preté su mano con suavidad, ojalá ella sintiera eso -Papá morirá si tú no despier
itarla. Era, está, que mi problema para resp
*
a verdi (Aquí tien
ri tuoi (No e