os minutos después vuelvo a m
l número de Hugo. No puedo creerme que lo haya dejado
úmero por tercera vez, co
con su ya habit
lante de antes-escucho como ríe por lo b
as. No te preocupes,
re se tome las cosas de tan buen humor -creo
que estar en la oficina per
oias mías o realmente puedo estar en peligro? En las oficinas suele haber más gente y seguramente algún guardia pero.... ¿ Y si
tardado mucho divagando - habrá más gente Lis
como una señal divina todos los nubarrone
las nueve
tar así sin hacer nada y sin buscar ayuda. A partir de mañana
eo, la vi cuando me miré en el espejo, cuando miro la pared. Siento sus dedos sobre mi piel, su aliento, su voz la tengo
dificio donde trabaja Hugo. Esta vez he id
ro al ser de noche, en los despachos donde hay
hay una recepción donde me indican que el señor
en los tres paneles de espejo que me rodean. No puedo huir, ni correr así que el único camino es afrontar que esa s
se y brillo de labios aunque todavía se pueden ver los surcos debajo de mis ojos. Llevo un cuello alto negro, pero observo como sobresale un pequeño
llo, me inclino hacia delante y apoyo las manos en la
ne el ceño fruncido y está ligeramente agachado p
me haya visto salir del ascensor, y si me ha visto, deseo que me
or las escaleras y has llegado viv
uierda vas a una zona con tres sofás,una televisión de setenta y dos pulgadas y justo detrás, una barra americana repletas hasta los topes de bebidas, a la derecha hay
de trabajo, la rodea y se sienta
ebe ser sobre fútbol - me regala una increíble sonri
erf
importantes porque tal y como tengo la cab
se instante toca a la puerta su secretaria p
leo. En la pared cercana a la puerta hay un cuadro que me encanta desde pequeña " El grito" de Munch. Es una gran
alto teniendo en cuenta que yo mido un metro y sete
regunta mirando hac
nido que ir a ate
u vez. Tengo la esperanza de que se vaya a buscarlo a otro despacho y me deje tranqui
distancia que nos separa dando un paso tras otro, yo los retrocedo a la
apoyo las manos, tiro unos papeles al suelo y me recuerdo que los pulmones deben recibir la cantidad exacta de a
taria Hugo desde la puerta-ve
os. Hugo se acerca despacio, separa mis manos de la mesa y mira los dedos, blancos de la presión que sin darm
a la de mi padre cuando estaba triste por cualquier tontería y sabía que si y
de un hombre bueno que no sería cap
ojos se me humedecen y las lágrimas comienzan a salir, sin poder controlarlas,
Hugo me sujeta entre sus brazos, descendiendo poco a poco para
a a pasarte nada -
a a pasarme algo, estoy