rutinarias de la universida
salud mental fuera tan importante como cualquier otra área de la salud. Sabía de sobra que, si estas sano mentalmente es más fácil sobrellevar los tropiezos de la vida, ha experimentado en carne propia cuanto sufrían las personas en su condición, que no es fácil, que te cuesta el doble hacer labores senci
arse como profesional. Quería todo lo contrario, que algún día alguien, tan solo una persona reconociera su valentía, su tenacidad para hacerle frente a la vida a pesar de esa depresión oscura que quiere consumirla,
tiva, le susurro
ntí llegar no pensé v
mis últimos días, y también ver a mi mejor amiga, lo d
rió, ¿quién me hará
uviera en el fin del mun
emos de un día de compras, no te p
necesito -
odo era felicidad para ellas en ese día, Antonia lo disfrutó como no lo hacía desde que era una niña y ha
dieron sus postres preferidos
mejor que ayer
ncontrados y en el fondo lo que sentía era una tristeza profunda de sa
ué hoy sería un n
importante que era esa amistad para las dos, eran hijas únicas y su lazo fue tan fuerte como el de hermanas desde el día que se conocieron en la secundaria. Tendría que entenderme se
i? - dijo marta abrazand
trañar – resp
y su padre estaba muriendo con ella, que sufría en silencio, que no encontraba una salida, que le costaba ir a la universidad, hacerle f
ta, vamos a subir de peso Antoni
ió riendo y llo
icidad, sentía por fin la necesidad de descansar de sumirse en un sueño profundo y reparado
í cariño,
sigue, di
os no dan muchas esperanzas en la recuperación de tu madre
se sentó al lado de su padre, lo abrazo fuertem
tar mañana a l
adre, ya no recordaba cuanto tiempo había pasado, pero aun así sabía que tendría que hacerlo, cuantas veces soñando con po
irse a la clínica de salud mental donde María había pasado los dos últimos años. Durante el trayecto nin
e se encontraba María. Antonia sentía que sus manos sudaban, su corazón latía con fuerza, tomo aire con
ueño gesto que el momento había llegado, Antonia no sabía cómo encontrar
sus ojos hundidos y con unas ojeras bien marcadas hacían de su imagen una mujer mucho mayor de lo que real
Antonia sin poder
nte, a abrir sus ojos muy lentamente. Intento sa
madre girando un poco la
iempo deseaba hacerlo, sentía su corazón a mil latidos por segundo, se secaba las lágri
r tantas preocupaciones que realmente no tiene
sas ¿tu estas durmiendo bien?, te extraño
a seas una mujer adulta siempre serás mi niña, mi c
aunque no quisiera demostrarlo. Antonia puso al tanto a su madre de algunas cosas de la universidad, quiso contarle que marta se mudaría, pero pensó que po
na, no estoy tan loca como dicen los médicos- lo dijo a
nas madre, te amo- Antonia se despidi
padre, quien tenía permiso para e
avísame cuand
e. Adiós
olía la invadía, el temor más grande de Antonia era que su madre muriera. Después de una larga caminata se percató que tenía hambre, ingresó a una cafetería pidió su emparedado preferido de pavo y un café cargado para retomar fu
te historias en el interior de ellas, de niños felices disfrutando de la noche en casa con sus padres, o de personas quizá m
ntrodujo las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta buscando un poco de calor, al mirar hacia el suelo y s
Edward con su voz suave, per
ese instante y temía por su vida. Lo miró fijamente y se dio cuenta que era el hombre de la otra noche que se había perdido entre los arb
abía que expiabas pe
dward en tono amable. –
trás de mí sin saber hace cuanto tiempo
paisaje como tú. Es hermoso el paisaje, lo di
tar sola, res
estás
antes, oscuros e inquietantes, y sintió por un instante el deseo de decirle que se
conmigo estas equivoca
s aún más sola, r
e recostó en su cama y rememoro lo sucedido. Es tan bello, ¿quiere hacerme daño? ¿se a