rad
a esa casa mirando cada lujo con la boca abierta, dejando ver su ambición desmedida, por el
iosa» pens
no le agradó la presencia de esa mujer, pero no dijo nada como buena empleada, la llevó hasta las puertas do
, y aunque quería restregarle a la cara muchas cosas, solo se dedicó a reír quedamente, mientras que ella adjudicaba a esa burla que hace apenas meses ella había hecho un pac
os se convirtieron en una línea recta y él la miró con sus espesas pestañas
loj de oro puro y el anillo que con tanto recelo protege, y ella dejó de pensar en las irónicas palabras, sino que quedó embelesada en las
a lana, para que la llenes de mugre-, con esa le d
como lo ha soñado varias veces y ella que no lo reconoce, -ni siquiera lo recuerd
antoso-, pidió tapando su nariz con ambos dedos
ata-, él se
dinero y lo anda regando co
do hacer que venga. - Patricia, que no aguanta más vivir en la calle, se mostró de
e te la has robado, tengo todos los detalles de cómo hacías que el puerco de tu esposo se acostara con las sirvientas, y luego que las muj
s, y eso muestra que me quieren, tengo la manera de obligarlas a venir a mí, si me das el dinero te la entrego- propuso sin pensarlo
, ella abrió por demás los ojos
l mono, aunque lo vistan con seda..., - la mujer suspiró profundo y Matías quería rajarse en carcajadas. Le causó
la más arruinada de sus hijas, - te daré el dinero, pero po
atías agarró su arma chapada en oro con su nombre grabado y la sacó de un cajón de su escritorio, poniéndola
obresaltó y su rostr
adultos- agr
eras catalogar de estúpido, pides dinero para darme intrusion
piensa Ignacia, en dos días haré que sea
pago. - Ella no respondió nada y Matía
ella con rodillas tem
a de otra cabrona,
na
abitación hermosa, respiré
hoy porque te apetece estar conmigo- p
empre eres bi
s, ¿eso
que decir e iba directo al grano. Parecía dar órdenes con más frecuencia
pré algunas cosas antes
ulpido tenía un aspecto mucho más apetitoso que la comida que acababa de compra
veía su rostro, su cuerpo es distinto y su mirada por igual. Pero n
ra tan peculiar de llamarme me hizo senti
ha ca
arcadas, se enroscó alrededor de mi
y me brindaba esa calidez en comparación con el frío del exterior. Mis uñas se clavaron en él automáticamente, a
de darme un beso ardiente en la boca. Respiró sobre mí mientras sus brazos me estrechaban como una serpiente asfixiando a su
de menos, ru
te echo de m
toda concentración. Una parte de mí adoraba el efecto que tenía sobre mí, pero otra parte lo odiaba. Mi corazón estaba perdiendo la batalla del poder y, poco a poco, me iba rindiendo a aquel hombre
tra la oreja―. Eso debe de querer d
olumna orgullosamente erguida. Yo nunca bajaba las defensas, pero se me estaban desmoronando poco a poco. Y lo peor era que yo quería que se der
azaba junto a la puerta; su pecho, que ahora
no puede ser un sueño, Sebas
do bien,
Me posó los labios en la frente y depositó un suave beso
, despierto y como un río de agua helada toma su caudal, siento un surco en el pecho que apaga la felic
r evitar el dolor» me a