ÍN
a pide
llegar hasta el restaurante Ínsua, en Caminha. Allí, en la orilla del río, hay un muelle que comparten los dos concesionarios: por un lado Mário Gonçalves de Vasconcelos, de 64 años, antiguo pescador y du
quién cuida de ella, o sea que nadie lo hace. Se entiende que los barqueros tienen un estatuto especial. Por
de Castilla al Papa de Aviñón durante el Gran Cisma de Occidente, huyeron hacia el Mi
portaban a los monjes hasta la isla. Desde entonces, el hecho de proporcionar el acceso por barc
tración de apoyo a la causa de los Felipes. A comienzos del siglo XVII, la isla fue objeto de varios ataques de piratas, muchos de ello
rovincia del Minho, dirigió la construcción de la fortaleza. Monjes y soldados comenzaron a habitar la isla, en una convivencia conturbada. En 1807, durante la Invasión Francesa, Ínsua fue ocupada por una fue
Defensa, pasó al de Finanzas, de este al Instituto Portugués del Patrimonio Arquitectónico, y finalmente al Instituto Poli
endiente. En el navío Senhora das Candeias, se especializó en abrir y salar el pescado. Le llamaban Navaja negra. Cuando el Senhora das Candeias
abaja ahora por cuenta propia. Realiza paseos en barco hasta la isla y por el río Miño, en directa competencia con la compañía de Sebastião y Minha Aventura
adura. La isla tiene una playa por un lado y rocas por el otro. Algunos bañistas toman el barco y vienen para disfrutar de esta playa. Dejan un rastro de botellas
esencia. «Esto es una zona milit
gar a la isla, así, sin más?», me dice el p
a una auto
e haber sido dejada por un náufrago que no consiguió enviar su me
AF
no en e
lado, hasta Moledo, frente a la isla de Ínsua, el mar es verde y está revuelto a cau
ino por la costa. Después, la N13 hasta Gelfa y Afife, poblaciones discretas, con maizales entre los montes y el mar, engastado de peñasco
ntrar el pueblo. Ya en el centro, entre la escuela primaria y la Junta Municipal de Distrito, se yer
ocando, el salón estaría abarrotado y los engalanados burgueses del lugar arrastrarían, a paso de foxtrot, a las muchachas hasta rincones fuera del alcance visual de sus padres, acomodados
no un lugar accesible, según algunas voces acusadoras de la zona. Aunque,
cerrado. Lo extraño es que aquí, en este pueblo
su clientela fiel, casi toda mayor de 60 años. Tomás Pinto, un hombre meticuloso y agitado, que usa bañador
mpre apretado, según las reglas definidas por la asociación) en la sala de espectáculos del Casino Afifense el día del baile do Caldo Verde, de j
, ni el pueblo de Afife, al hilo del mar, de los cultiv
pura donde algunos ricachones se hicieron construir casas de vacaciones, donde ciertos arti
a respecto al mar y a las miradas. Es un lugar opuesto a la ostentación, de car
ue los hombres válidos emigran desde que se tiene memoria. Se iban a Lisboa, Oporto y Coimbra y, de ahí, a todos lados del país, para trabaj
ermanos Manuel Alves Bezerra y Mateus Alves Bezerra, naturales del lugar de Agro de Cima, en Casa das Catôrras, distrito de Afife, en Viana do Castelo. En el mismo documento, guardado en el Archivo Provincial de Oporto y citado en una monografía de Afife, escrita por Avelino Ramos
nstrucciones tras el terremoto de 1755-, y que acabó por extenderse por el país, pasando y perfeccionándose de generación en generación. Después de la Primera Guer
fenses que se mencionan por todo el país, sea por l
o José Moreira, conocido como el Francés -se dice que porque su madre fue violada por un soldado napoleónico durante la invasión de 1810-, y Domingos Meira, que sería condecorado con la Comenda da Ord
dedicaba al estuco o a artes afines y vivía fuera de su tierra. En todas partes les precedía el prestigio y el respeto, y eran vistos más como intelectuales que como artífices. Se pres
ativas de su función, mandaban que los obreros saliesen y obraban solos, encerrados en
la sofisticación de su arte, esta especie de aristocracia del espíri
lla de la Senhora da Lapa o incluso en el solar de la casa conocida como «do Firranca da Pôça». Pero en determinado momento del s. XIX
ién de diferenciarse: eran personas con sensibilidad y b
onado por un afifense, y tras la creación de una sociedad por cuotas con 28 miembros, en la que cada uno debía pagar una libra de oro, se cons
les venidos de fuera, pero los actores eran todos de Afife. Sólo hombres, por supuesto, ya que en esa época no estaba bien vista la exhibición de las damas en el escenario.
r que consintió en representar un papel femenino pero se negó a afeitarse el bigote. En una fase más tardía, el propio padre de Camilo, que trabajaba en Lisboa,
ntaba Camilo que un día, años más tarde, Pirilau llegó al Casino Afifense particularmente emperejilado, con frac y corbata, para jugar al tresillo, que estaba de moda en esa época. «Te has vestido para el combate», comentaron los amigos
ruzeiro, aunque posteriormente se trasladaría al edificio del viejo teatro. Además de las obras teatrales, se organizaban también bailes y se fomentaba el desarrollo del pueb
sus propias cartas de amor a los novios que vivían fuera. Al verse obligadas a pedir a terceros que las escribiesen, su
publicana, que proporcionaba asistencia médica a los socios, además de las actividades ya habituales. Durante años, las dos sociedades funcionaron en paralelo, con un creciente número de socios comunes, ha
juego, sino un centro de eventos culturales y sociales. Tampoco se sabe quién diseñó la planta original del edificio: si fue algún afamado arquitecto de fuera
su nombre en las actas del club desde 1914, año en que interpretó la obra
ructor civil en el estado de Maranhão trae consigo, como un Fitzc
caudaron fondos mediante cuotas extraordinarias a los socios, donativos, ingresos de fiestas y espectáculos, e incluso subvenciones del Est
ique su propia empresa. Pero fue en ese momento cuando Tomás Pinto se levantó y pronunció un memorable discurso en el que afirmaba que él mismo llevaría a cab
uguraba el imponente casino afifense, un símbolo de tenacidad,
ipal y un escenario espacioso, dotado de telón y de una enorme tela de proscenio, pintada hace más de cien años por el artista
etro y medio por debajo del escenario y con inclinación de anfiteatro para los espectáculos. Este movimiento se dirige desde el sóta
gos y la biblioteca. Fue decorado con estuco y pinturas por artistas de l
años, el actual presidente de la asociación. No era un lugar para todo el mundo. Constituía una señal de
ualquiera. Sólo podía conseguirse a propuesta de otro socio y con la aprob
poeta de Afife, continuaron después de su muerte. La prisión de Gungunhana constituyó un pretexto para un baile grandioso, pero en 1969, en plena huelga de estudiantes en Coimbra, José Afonso vino al Casino a cantar Os Vampiros, bajo la vigilancia de siete policías
Natália Correia, Ary dos Santos y contó con la música de Antonio Vitorino de Almeida, Carlos Paredes y Trovante. Pero eso fue y
edificio, el mundo continúa parado en aquellas noches de los años 60 en
vida se concentraba. No había otras diversiones y las chicas, fuera de estas noches excepcionales, casi no salían de casa. Si alguna se atrevía a quedars
recuerda cuando llegó la moda del twist, precursor del rock ´n´ roll, interpretada por la nueva banda Os Xornas, y las protestas d
n lustrados, traje y corbata, y el abrigo ceñido. Ciertas noches de verano era tanto el calor, con quinientas personas apre
n a la espera de que alguien las invitase a bailar, tenían que vestirs
as agujas del reloj, para que no hubiese choques ni contacto, y era obligatorio mantener una distancia púdica con la pareja, ferozmente fiscalizada por el jefe de sala, que
sumaria expulsión de la fiesta. En casos más graves, se llevaba una discreta tunda de los guardias de
podían entrar solas en la fiesta (en general, sólo los cabezas de familia podían ser socios, acompañados de esposas, hijas y criadas). Una vez en el cas
ara solicitar un baile que podía ser rechazado, lo que suponía una vergüenza.
abazas. Vete al bar
entaba con la moza de al lado y se llevaba otra negativa, cosa proba
hay testigos de las innumerables negativas que se llevó, antes de
as reuniones de la asociación, como Camilo Ramos y muchos otros, manteniendo vivas las viejas polémicas, las viejas discusiones. «Aquellas
r a ser el tercer polo cultural de la comarca, después del Teatro Sá de Miranda y del Centro Cultural de Viana», afirma. Está intentando que el ayuntamiento de la c
porta que los socios sean todos de la tercera edad y que, p