la noche estrellada mientras alumbraba con su lámpara hacia el firmamento. La linterna emitía un largo haz de luz que se perdía en
do una voz interrumpió
haces,
papá. Viendo
izaste la
stá. -Señaló un punto
volteó
que enseñarte má
preguntó e
cena está list
imó un poco-.
al bosque por una semana. Le expuso que estaban creciendo y que no quería que se le fuera de las manos el tiempo que un padre debe aprovechar para estar con sus hijos, además, deseaba que vivieran aventuras lejos del mun
scar en el río, escalar el monte, intentar cazar algún conejo y disfrutar de la tranquilidad del c
ata en busca de un tesoro, otras con ser astronauta y descubrir nuevos planetas, no podía faltar el ser un experimentado mago con poderes sobrenaturales o un gran héroe salvador de la humanidad. Las horas del día no le bastaban para crear en su cuarto las atmósferas propias de sus aventuras moviendo de un lugar a otro la cama y la cómoda simulando un barco pirata o una nave interestelar, o atravesar hasta la sala de su casa escondiéndose detrás de los muebles imaginando que sus padre
la miel, y aunque lo tenía lacio, siempre llevaba su pelo alborotado. Su estatura era media y de complexión delgada y tenía en su rostro ese encanto que
visto. Durante el tiempo que había estado tumbado sobre la hierba, había contado ya tres veces seguidas las estrellas más brillante
firmamento. Se talló los ojos y volvió a mirar. Nuevamente estaba allí, era mucho más respl
le la mirada. Nunca había visto una estr
estrella por horas, pero el llamado de su padre a
Er
nfuñó poniéndose de pie y olvidá
ida. Se sentó a un lado sin decir palabra y recibió de manos de Rober
ner importancia, pero Eric sabía que él jamás preguntaría algo sin importancia, además, Eric odiaba que lo l
taba haciendo. Ante la contestaci
o quiero discusiones e
sonsonete inocente-. Tú estás de testigo de que so
e a tu her
to y tuvo que responder, aunque l
iendo las
s estrellas por qué? ¿Esperas algún arribo interes
ar las risas socarronas de su hermano-. ¿Para eso me pides que le
u hermano, Héctor, que él
siento -dijo, aunque a E
a amable con él si ya lo co
da ajusticiadora de Roberto, que, de haber tenido poderes sobrenatura
la hora diaria que pasaba en el gimnasio. Cuidaba detalladamente su forma de vestir y siempre estaba al grito de la moda. Él quizás se creía el chico más guapo de la clase, la escuela, el vecindario y el mundo entero, aunque no lo fuera. Eso sí, definiti
ue le había desagradado la idea, su mundo ya lo conformaban la escuela, los amigos, amigas y las salidas nocturnas con ellos, por lo que no había cabida en su agenda para
grillos y otros insectos envolvía la noche, pero fue a mitad de la cena cuando un ruido a la distancia los interrumpi
apar a un zorro que ya los había burlado en dos ocasiones, y antes de terminar el día le habían dejado una trampa para ver si el animalillo caía por la noche, a
su hijo había desaparecido. Solo movió ligeramente l
pie-, sigamos a tu hermano. Llévate dos linte
on cierto to
salió corriendo sin luz se va a q
o? -le preguntó Roberto sin darl
medio cobarde y
entender? Le llevas siete añ
quieras admitirlo porque
e lo permitía, hasta podría llevárselo a casa, pero la emoción no le permitió darse cuenta cuánto se había alejado del campamento, y... oh, oh, había olvidado la linterna. La noche
vido. Sabía que ya no estaba muy lejos d
ente de él, no a su lado derecho. «Rayos. ¿Será el zorro?» Pero si era así, ¿por qué lo escuchaba del otro lado de la trampa? El corazón le lati
delante de él. «Oh, por Dios. No me hagas esto». Y en la penumbra observó que las ramas de un arbusto se movieron. ¿Qué era? ¿Qué clase de animal
un paso, otro más, y luego otro. Tenía tantas ganas de gritar, de llamar a su papá con todas sus fuerz
H! ¡C
Se sentía rodeado. Acorralado. La luz de la luna le permití
ronto.
der el equilibrio. Cayó hacia atrás al pisar una piedra. El golpe que recibió en el trasero le sacudió y le dolió, pero de
de sí mismo. Dejó caer la cabeza en el sue
de él creía que estaba el campamento, tenía que regresar, pero al único sitio al que salió después de avanzar un trecho fue al río, al mismo río en el que el día anterior su padre había pescado tres pececillos. Se acercó hasta la orilla, se arrodilló en las piedras y haciendo canoa con ambas manos se echó un tanto de agua fría para remojarse la c
en el agua? El hecho le pareció increíble, tanto, que volvió la vis
an, la de color rojo, y justamente la misma que había aparecido ante sus ojos, sobresalía má
manera d
tocar el reflejo con su índice. Estaba cercano a la orilla, y al hacer ag
hacia todas direcciones. A Eric se le introdujeron algunos rayos de refulgencia en el pecho, no sintió nada, pero el inverosímil acontecimiento lo asustó a