Estaba a la cabeza de la familia Amato, tenía una hermosa esposa, una tonta, pero hermosa fin
, ¿Se lo habían reconocido? ¡Jamás!, Incluso su esposa, su propia mujer, se atrevía rogar clemencia por el bastardo, le había enseñado una lección, no había sido placentero, pero era necesario, la lealtad lo era todo en su familia y ella debía aprender a quien dirigirla, por supuesto, después de su pequeña "lección", no se atrevería a cuestio
aquel vestido de gaza azul pálido, él le sonrió, como siempre lo hacía, como si jamás la hubiera golpeado hasta dejarla inconsciente,
aún tengo mucho trabajo-mintió-
s, con todo aquel amor contenido que poseía por él, ojalá algún día pudier
e había sido igual, no había cambiado y eso le daba la certeza de qu
pero justo antes de hacerlo pasó por la cocina
todo era parte de una rutina normal que ella realizaba, pero en vez de ir directamente al mercado o las tiendas de ropa, había ido directament
mo si fuera de la familia, en realidad lo era, seguía siendo la pr
ola a sentarse en la silla en frente a su escritorio, ella dec
n más. Luiggi, un hombre robusto de cabellera blanca
un muerto.- dijo él al cabo de unos segundos, cuando se d
e se abrieron de par en par.- reclama su favor, por supuesto será
tá a cargo de eso.-le
n aquel segundo.- Lorenzo ha traicionado a la familia, quemó la casa de Adriano y
rte de él estaba horrorizado y sumamente enfurecido, ¡¿Traición?! ¡¿Entre los Amato?! No se había visto nada similar, y si a
uando fue trasladado a nuestro hogar, no puedo quedarme viendo como mi señor es
uta!- Gruñó él poniéndose de pie
ito ella con lágrimas en los ojos, Luiggi se quedó sin palabras, a Rosalin le tomó a
la nuca baja de Adriano... Eso no, esos números romanos los había tatuado el propio Luiggi, de su pulso y obra, un "IV", porque eran cuatro los favores que Adriano le había concedido. Liberar a sus dos hijos de las responsabilidades de la mafia, darles una nueva identidad y pagar sus estudios en el extranje
da da muchas vueltas,
inó él, mirándola con solemnidad y se