taba haciendo un poco de frio y me dirigí a donde estaba Keila, ya tenía preparadas dos tazas de un espumoso café, nos detuvimos a presenciar el hermosos amanecer, con destellos naranjas y amarillos,
amente, y le correspondí
é un pequeño su
de seguir dor
os tú y mamá?- pregu
nos?-preguntó Keila; mientras tanto Leila
tengo sed-
el lugar, nuestros suministros estaban por agotarse, por suerte Alfred nos había obsequiado a
la noche había llegado un convoy estilo militar y se había parqueado a
isa a medio abrochar y sin zapatos, siguiéndolo muy de cerca apareció Elizabeth, tenían los rostros desencajados, entraron dentro de la carpa en donde tenían el cuerpo inerte de ese molusco gigante y ya no los volvimos a ver por el resto del día; pasado medio día Elizabeth salía para adentrarse al remolque y salir ti
podemos salir- alcé un poco l
os aun papi, él sigu
- Keila volteó a ver a
ando desde la carpa ¿no lo vamos a
ndo, creíamos que era Alfred, porque al ig
s, por lo pronto vámonos de aquí, necesitamos salir de este luga
, esperando que con el disturbio en la playa no hayan quedado guardias que nos impidieran el paso y por fin ir a casa; avanzamos por el camino de tierra u
ellos llevaban la cara cubierta con pasamontañas oscuros, al igual que sus uniformes, solo podíamos ver sus ojos que se dirigían a nosotros,
en miliar, delgado, su uniforme verde de camuflaje, en lo que
e del lugar- nos di
go está pasando y no quiero que mi familia y yo estemos
inmediatamente- me dijo
arme- le respond
e baje- me decía mientras hacía una señal
ás, baje del vehículo ahora mi
cuando su compañero se acercó a la puerta de la camio
anos antes de mi caída, escuché a Keila como le reprochab
ellos iba sacando un bastón metálico haciendo una amenaza para golpearme,
d, se dolía de la pierna derecha y de vez en cuando llevaba su mano izquierda a su hombro derecho, pensamos que algo le había pasado en sus años de cabo, ya que era un militar veterano, llevaba un cigarrillo en la boca, era raro ver a un militar fumar, en su traje se alcanzaban a pr
tenemos órdenes de no dejar salir a nadie- re
a tu posición, antes de que cambien de opinión y tengas que buscar otra cosa para ganarte la v
ambio tan repentinamente de aquel hombre que podía ordenar a sus hombres
nde lo acompañaba un militar j
alguna información al respecto, por cierto que mal educado soy, me presento soy el General de br
ron de nuevo a la playa, justo hasta el remolque de Alfred, no sabíamos con exactitud lo
un poco más grande, sobre ella una laptop negra con estampas de algunos animales acuáticos, un pulpo al lado un tiburón, un poco más en la esquina una cafetera y un par d