ojos, los rayos del sol saliente me daban en el rostro, tan cálido y vigoroso, inmerso en mis pensamientos ignoraba todo l
ún desconocido para nosotros. -Papá ¿Qué está pasando?- la pequeña Leila también estaba sorprendida. -No sé, habrá que ir a investigar- le contesté no muy seguro de aquello. Como pude me levanté apoyándome de la caja de mi vieja camioneta, en cada agaroco estaba muy convencida de ir a ver, preferiría que se olvidara
no se fuera a aventurar sola; para cuando llegamos a la orilla del mar, las personas ya se habían alejado, solo un par se quedaron p
al, esta mañana la red estaba normal- pre
to, nosotros seguíamos siguiendo a Leila que se iba acercando cada vez más a la orilla del mar y ya
e punta a punta, tan magnifico, era la primera vez que nos tocaba ver a un ejemplar de esa especie y de esas magnitudes, se habían avistado más ejemplares en las orillas de los mares en los últimos años, pero no de tal tamaño; Leila solo los había visto atreves del televisor, le fascinaba todo el mundo animal, en alguna ocasión se molestó p
lió casi como un susurro, estaba trist
orilla, aparecían muertos, les faltaba uno o los dos tentáculos, solo los brazos parecían que se los arrancaran, había muestras de lucha, en ese momento recordé que los mayores depredadores, por así decirlo de los calamares, eran los cachalotes, una especie de mamíferos marinos, los cuales para cazar a su presa pueden su
un susurro no tan débil como p
?- preguntó co
a solo hizo una mueca, al fin de cuentas no sabíamos nada y solo estaba sacando conclusion
ores salían de los remolques y con la ayuda de la policía acordonaron la zona, ya nadie podía pasar más allá de aquella línea amarilla establecida, no tardo mucho para que esos mismos sujetos levantaran una carpa enorme, casi como una de circo, las personas se fueron acercando cada vez más, su curiosidad por saber que estaba sucediendo les ganaba, su emoción se terminaba cuando tajantemente los oficiales los detenían antes de llegar a la z