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En su borrachera, Miranda se acercó audazmente a Leland, sólo para encontrarse con su mirada fría. La inmovilizó contra la pared y le advirtió: "No me provoques. Dudo que puedas soportarlo". Poco después, su compromiso se canceló, dejándola en la indigencia. Sin otras opciones, Miranda buscó refugio con Leland. Con el tiempo, asumió el papel de madrastra, cuidando a su hijo. Llegó a comprender que la decisión de Leland de casarse con ella no se debía solo a que ella era obediente y fácilmente controlada, sino también porque se parecía a alguien que él apreciaba. Ante la solicitud de divorcio de Miranda, Leland respondió con un abrazo desesperado y una súplica para que reconsiderara su decisión. Miranda, impasible, respondió con una sonrisa de complicidad, insinuando un cambio en su dinámica. El señor Adams, que siempre fue el controlador, ahora parecía ser el atrapado.
Todo el mundo sabía que Miranda Martin estaba enamorada de Edwin Murphy.
Pero no tenían idea de que Edwin nunca le había mostrado ningún tipo de afecto en los últimos cinco años.
Por celular, Miranda dijo con un atisbo de esperanza. "Edwin, hoy es el quinto aniversario de nuestro compromiso. ¿Cuándo piensas venir?".
Había estado esperando en la suite en el último piso de un hotel, decorada con globos y rosas. A pesar de que su reunión tenía que haber sido a las siete de la noche, la llamada se conectó a las nueve.
"Estoy ocupado en este momento", respondió él, con una voz carente de calidez.
"¿Qué te mantiene tan ocupado?". Miranda apenas terminó de preguntar cuando escuchó un suave grito al otro lado de la línea.
"¡Edwin, me duele!".
Una punzada de angustia la invadió. "¿Estás con Maggie Adams?".
"Ha tenido un accidente", respondió fríamente.
"¿Por qué debes estar con ella?", preguntó Miranda con voz temblorosa. "¿O la consideras más importante que yo?".
"¡¿Tenemos que discutir sobre eso ahora?!". Edwin ya estaba perdiendo la paciencia.
Al instante, la joven se sintió decepcionada. Sus ojos se enrojecieron y su corazón se hundió mientras un escalofrío recorría todo su cuerpo.
Luego, abrió la boca y dijo: "En ese caso, cancelemos nuestro compromiso".
Esperaba que Edwin le diera palabras de consuelo.
Sin embargo, para su sorpresa, simplemente terminó la llamada.
Miranda se rio amargamente de sí misma y las lágrimas empezaron a deslizarse por su rostro. ¿Qué había esperado?
Enseguida agarró una botella de vino y se la bebió de un trago.
A las once de la noche, salió de la suite.
Cuando entró al ascensor, miró hacia atrás y vio a un hombre afuera.
Estaba erguido y llevaba un traje negro. Tenía un rostro definido y un ceño fruncido que le daba imponencia.
La estaba observando de pies a cabeza.
Miranda tenía puesto un elegante y ajustado vestido verde oscuro, que acentuaba su esbelta cintura y sus largas piernas. Sus mejillas sonrojadas parecían flores de durazno, y sus ojos almendrados y cejas finas aumentaban su encanto. Sus movimientos se veían cautivadores y seductores.
Exudaba mucho encanto.
Pero el olor a alcohol en ella atenuó la expresión del hombre. Estaba dudando en entrar al ascensor cuando, inesperadamente, la mujer dio un paso adelante.
Extendiendo la mano, agarró juguetonamente su corbata y lo metió a rastras al ascensor.
De inmediato, cayó en sus brazos y el calor de su cuerpo lo tomó por sorpresa. Él se tensó por completo ante su repentina proximidad.
Luego, se quedó con la guardia baja cuando la mujer entre sus brazos se puso de puntillas para besarlo.
Sus labios se sentían suaves y cálidos.
Pero ella se tambaleó de manera inestable y casi se resbaló. Justo a tiempo, el hombre la agarró de la cintura para estabilizarla.
Sus cuerpos se presionaron fuertemente, lo que hizo que Miranda se sintiera excitada.
Al recuperar el sentido, encontró al hombre atrapándola contra la pared del ascensor. La parte posterior estaba fría, pero sus besos apasionados eran imponentes e intensos.
Miranda no podía soportar el calor junto con el frío, por lo que dejó escapar un gemido como el de un gatito.
Su voz era tan tentadora que aumentaba su atractivo.
Mientras el ascensor bajaba, sintió como si la arrastraran profundamente a un remolino de deseo.
Pero entonces el timbre señaló la llegada del ascensor a la planta baja.
Su momento íntimo había sido interrumpido.
Con la mano todavía en su corbata, ella susurró: "Llévame lejos".
Era tan frágil que se apoyó en él y su cálido aliento le rozó el rostro.
Era una situación muy tentadora.
La mirada del hombre se volvió intensa y tragó saliva.
Ambos entendieron las intenciones del otro con solo una mirada, sobre todo considerando la actitud directa de la mujer.
Se rumoreaba que Fernanda, recién vuelta con su familia, no era más que una violenta pueblerina. Pero Fernanda se limitaba a esbozar una sonrisa despreciativa. Otro rumor sugería que Cristian, normalmente racional, había perdido el juicio, locamente enamorado de Fernanda. Esto la frustró. Podía tolerar los cotilleos sobre sí misma, ¡pero calumniar a su amado era pasarse de la raya! Poco a poco, a medida que salían a la luz las múltiples identidades de Fernanda como célebre diseñadora, experta jugadora, reconocida pintora y exitosa magnate de los negocios, todos se daban cuenta de que eran ellos quienes habían sido engañados.
Ethan siempre consideró a Nyla una mentirosa, mientras que ella lo veía a él distante e insensible. Nyla había acariciado la idea de que Ethan la quería, pero se sintió fríamente rechazada cuando se dio cuenta de que su lugar en el corazón de él era insignificante. Como ya no podía soportar su frialdad, dio un paso atrás, solo para que él cambiara inesperadamente de actitud. Ella le desafió: "Si confías tan poco en mí, ¿por qué me tienes cerca?". Ethan, que antes se había comportado con orgullo, ahora estaba ante ella y le suplicó desesperado: "Nyla, he cometido errores. Por favor, no te alejes de mí".
Traicionada por su pareja y su hermanastra en la víspera de su boda, Makenna fue entregada a los despiadados príncipes licántropos como amante, pero su propio padre ignoró su difícil situación. Decidida, ella intentó escapar y buscar venganza, pero, sin darse cuenta, captó el interés de los tres príncipes licántropos, que la deseaban en exclusiva entre muchas admiradoras. Esto complicó sus planes, atrapándola y convirtiéndola en rival de la futura reina licántropa. Enredada en deseo y celos, ¿podría Makenna lograr su venganza en el intrincado baile con los tres príncipes?
__Quiero el divorcio!! __Me dice en tono frío. No es la primera vez que le pedía algo como eso, antes lo hacía a menudo, se levanto del sofá y lo miro a los ojos, le molestaba que no la dejara dar ni una sola explicación, solo asumía las cosas. Era mejor dejar las cosas a como estaban, no pensaba rogarle para que la escuchara, no pensaba hacerlo nunca mas. __Estas seguro de que es lo que quieres?? __Le pregunto mirándolo fijamente. Por muy ilógico que parezca, intento aferrarme a su única esperanza, le tiro los documentos al rostro, ella los tomo con una sonrisa amarga. Tomo el bolígrafo de la mesa y lo firmó sin pensarlo ni un minuto más, se levanto con lo poco de dignidad que todavía conservaba, empaco las pocas pertenecías que tenía y me marchó sin mirar atrás. 🌼NOTA DE AUTORA Espero les guste esta historia de amor, intriga y mucho mas, gracias por el apoyo de ante mano, no olviden dejar sus comentarios.
Lascivia. Lujuria y Deseo Las vacaciones acabaron y Rachel debe volver a su puesto como teniente en el ejército de la FEMF, encontrándose con que la central de Londres no es lo mismo. Llegó un nuevo coronel, soberbio y con una belleza que no parece humana. Hombre que no tiene ojos sino dagas de acero que la ponen entre la espada y la pared al sentirse tentada por su superior. Ella sabe que no es sano, bueno, ni correcto sencillamente porque quien incita deseos impuros es el mejor amigo de su novio; Bratt Lewis. Christopher Morgan no es solo el coronel, verdugo y dictador del ejército más importante del mundo, tambien es el terror de la mafia italiana y a futuro el arma que dañara al que predica ser su hermano. Él tenía claro a lo que iba, pero Rachel despertó tentaciones sexuales regidas por aquel pecado desconocido llamado lascivia, demostrando que en cuestiones de pasión no hay amigos, alianzas ni compromisos. Él esta casado y ella sueña con lo mismo, pero la tentación desencadenará entre ellos un torbellino de pasiones, lujurias y deseos que solo viven aquellos que se hacen llamar amantes. "Sus actitudes son las de un desalmado sin sentimientos, pero su físico... Joder, su físico me humedece las bragas." Mafias, ejércitos secretos, infieles, adicciones y engaños. ¿Complicado? No, complicado es convivir con la tentación hecha hombre.
Cuando Julianne Smith decidió vengarse de su ex esposo infiel, no pensó que acabaría destrozando el coche de William Covington, un guapo y rudo desconocido de aspecto peligroso y tatuajes por doquier que le promete hacer su vida de cuadritos producto de su error. Esperando no volver a encontrarse, su pequeño hijo llega a casa con su nueva amiga de escuela, sin imaginar ni esperar que aquella niña fuese hija del mismo hombre que le había vuelto la vida un completo caos. Enfrascados en la amistad desbordante de sus hijos, William y Julianne se ven obligados a pasar más tiempo juntos, sin esperar que hubiesen más hilos conectados entre ellos de los que imaginaban, y que los llevarían poco a poco a desarrollar una intensa atracción imposible de evitar, aun cuando eran completamente diferentes.