te de cada casa hacían que la zona de la villa se viera mucho más acogedora. Un poco de nieve blanca bajaba lentamente desde el ai
solo veía el trozo de papel que tenía delante, las palabras que
bre que aún le hacía doler el corazón, el hombre que se apoder
po reunir el va
a Joshua, no siquiera tenía el valor de mirarlo, a
obligo a casarme contigo en primer lugar, y ahora que mi ab
der el aliento en ese instante y mir
nunca le había mirado con tanta frialdad, como si estuviera mirando un juguete del q
e contenerse p
se resistía sus ojos continuaban rojos, abrazo con fuerza la delgada c
nte a Joshua. Cómo deseaba a que esto fuera una pesadilla que Joshua
escuchado obedientemente cualquier orden de Joshua, incluso si hacía alg
disgusto Rompió con fuerza los brazos que le rodeaban la cintura está fuerza repentina fue como intentar romper los brazos de Astrid, entonces Josh
ombre de Joshua en el acuerdo de divorcio, nombre que hizo que su corazón doliera tanto que apenas podía respirar. La plum
a era su vida. No podía imaginar un día
ez, no pudo esc
do de divorcio, lo arrugo rápidamente hasta convertirlo en una bola y se lo llevó a
itivamente le obligaría a firmar el acuerdo de divorcio es
anta de Astrid, se la tragó con dolor, pero no hay
a bola de papel, ya era demasiado tarde. Astrid se tragó la bola de papel un paso más rápido que él. Si
a cualquier petición poco razonable, Astrid siempre obedecería incondicionalmente sus órdenes. –¡Maldita sea! ¡Escúpelo! ¡Escúpelo, ha
fuerza, esta era su última oportunidad, aunque sólo pudiera mirar a Joshua en el futuro. Aunque Joshua le aborrecier
nados de Astrid, Joshua bajó lent
strid y subió las esca
areciendo, Astrid exha
Joshua le propuso matrimonio, el día en que le
ivorciarse de él, no
puerta de Joshua. No se atrevió a llamar a la puerta, tenía pánico
alor y se dispuso a sujetar el pomo de la puerta
o?– Entonces Joshua resopló fríamente –¡Ya que lo deseas tanto, entonces te satisfaré!– Joshua no le dio tiempo a reaccionar. En un instante el dolor y placer le recorri
que no era así, pero la siguiente embestida de Joshua sólo le hizo apretar los dientes, no quería gemir y que Jo
cuchó en silencio, no se atrevió a preguntar de quién se trataba. Tenía miedo de volver a llorar. Si
espalda, pero se levantó y, con un tono todavía frío, habló
ue era el momento de volver, no importaba que lo dejara así,