ojaba. Ayme llegó a casa de la universidad y se vio obligada a prepararse para el café, definitivamente fue ridículo para ell
istad por orgullo suyo. Por mucho que todo le moles
nida a los invitados en la puerta-. Oyó d
respiró hondo y salió, matando a su madre tres veces en sus pensamientos hasta qu
jo la nueva esposa d
dama, quien notó la sinceridad de la niña, aunque la educación era solo casar a su hijo con ella. De hecho,
s -Ayme acaba
ón y ella era el valioso recipiente. Deseaba poder decirles a todos que no se iba a casar con nadie, pero si
ie más entró, salió por esa puerta solo para respirar. Se decí
ndo pensó en regresar, un automóvil se detuvo frente a la puerta y de él bajó una señora. Ayme nunca fue buena memorizando nomb
eyendo que a lo mejor se trataría de su chofer. La chica con los pies doloridos esperó desde e
des -habló
rida -respondió la
er, estaba feliz de ver que al menos uno no parecía estar "interesado en sí mismo". La Señ
ena le pareció tan cliché que cuando sus manos tocaron el pañuelo que tuvo que mirarlo. Se sorprendió por lo que vio, hasta entonces
oche y eso mantuvo su atención durante unos segundos mientras se aseguraba de mirarlo fijamente. Ella lo
de pie. Tragó el gran nudo que tenía en la
- Ayme dirigió el
señora tomando el pañue
staba intrigada por el gesto frío hacia su madre, pero se dio cuenta de que era normal cuando sorprend
.
do el número de su padre, que pronto
an ansioso por la conversación que n
mino -respond
o que él. Eso solo lo puso de buen humor para ver a su padre, tenía poco tiempo debido a la compañía y pensó que debería tener algo de tiempo para él. No hablaban mucho,
podía recordar cada segundo que vivió allí, pero el más doloroso. Ni siquiera podía pasar una noche
al niño con una sonrisa deslumbrante. A ella le gustaba verlo allí, él trajo buenos recuerdos
tá esperando -h
una sonrisa de la cara era una misión difícil. Justo dentro de la casa, Carlos Montenegro caminaba de un lado a otro, el texto estaba decorado en s
tó a su lugar cuando es
da más. Tendría que lidiar con el n
n abrazo. - El
por el nerviosismo, pero realmente ext
n mucho los abrazos -di
mundo que podía abrazar a su hijo y desafortunadamen
rano? - preguntó. - No t
aría a cenar, ya que lo llamó a las tres de la tarde.
sentarte?
to volver a
lo el pecho del anciano, supo que había
có el aire y llenó sus pulmones hasta que