/0/1224/coverbig.jpg?v=e851b0d1a358c69b670d90b8ea590586)
"No tener nada, a veces también es tenerlo todo."
"No tener nada, a veces también es tenerlo todo."
Prólogo
Lo observaba desde una distancia considerable y su tristeza desbordante me impactaba como la primera vez que habíamos intercambiado palabras. Se encontraba solo en un rincón de la cancha de fútbol con los audífonos puestos. Vestía con la misma campera de siempre, los mismos pantalones y las mismas zapatillas. La gente solía burlarse de él cuando lo veían por ser pobre, por casi no tener para el almuerzo, por no tener amigos y por no tener un coche en dónde llegar. Lo que me diferenciaba de todos, era que yo sí quería saber más sobre Aiden. Ansiaba ser su amiga, ser alguien que él llegase a considerar una confidente. Quería ayudarlo porque no me gustaba ver tanta tristeza en una persona. Quería ayudarlo porque, muy en el fondo, sabía que Aiden me gustaba.
Capítulo 1
Emma:
Miré la última necesidad que mamá anotó en la lista, y fui en busca de los tres paquetes de azúcar. Los metí en el carrito y preparé el dinero antes de llegar a la caja.
La fila era enorme, por lo que opté por irme a la siguiente sección: la caja rápida. También estaba llena, pero no tanto como las demás.
Suspiré y me coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja. No tenía ganas de esperar a que la gente tuviera su turno, quería ser yo la primera e irme a casa cuanto antes. Era noche de películas con mi prima Kendall, que prácticamente era mi mejor amiga. Había que aprovechar que era fin de semana y, dada la falta de costumbre de levantarme a las seis de la mañana, sentía la urgencia de recostarme en el sofá y no hacer nada más que meterme en la piel de personajes ficticios. Las últimas vacaciones habían sido de mis preferidas, me la había pasado genial rodeada de toda mi familia, pero la libertad de hacer lo que quería se había esfumado hacía una semana, cuando se dio por comenzado el nuevo año escolar.
Aún no podía creer que estuviese en cuarto año de instituto. Era realmente una locura, solo me faltaba este y uno más para irme a la universidad a estudiar una carrera que, para mi decepción, aún no había escogido. No me resultaba muy agradable ponerme a pensar en ello porque, a pesar de que lo que decidiera iba a encaminarme hacia un título universitario, me daba pena pensar que los años se estaban pasando muy rápido y que pronto ya sería una adulta. Podía decir que entendía lo que Peter Pan sentía.
Empecé a revisar mi teléfono para matar el tiempo de aburrimiento que me quedaba. La verdad, tampoco tenía mucho qué hacer en él; no me entretenían mucho los juegos de Play Store, por lo que no tenía ninguno instalado en el celular. Opté por ir a la galería de imágenes y empecé a revisar las fotos que Katherine, mi hermanita pequeña, me enviaba casi todos los días. Le gustaba mucho tomarle fotografías a nuestras mascotas, ella se consideraba una amante de los animales, y a eso sin duda lo había sacado de mí. Era una de las muchas cosas que teníamos en común.
Sonreí cuando vi una captura en la que Toby, nuestro perro de unos dieciocho años (o esa edad es la que creían mis papás que tenía) estaba jugando con sus hijos. Para ser un animalito muy viejo, aún conservaba fuerza en sus patas y mucha energía para ladrar a cada rato y para morder a sus crías de forma juguetona. Estos tampoco eran muy pequeños, ya tenían unos cinco años de vida, pero los tres bebés (porque para mí eran bebés) se comportaban como si fuesen cachorros. No había día en la que no estuvieran escuchándose sus peleas. Lo que no me gustaba de ellos pero sí me asombraba era que, como mamá se levantaba temprano para ir a trabajar, antes de que la alarma sonara, los caninos ya estaban despiertos y con la energía a las cien por ciento. Eso conllevaba a oír ladridos a cada ratito y no me dejaban dormir en paz por tanto ruido. Pero los amaba igual. Me hacían muy feliz.
-Hola -la voz del cajero me sobresaltó y obligó a que levantara la vista de la pantalla. Guardé con torpeza el teléfono y empecé a poner la mercadería del carrito sobre la cinta negra de la caja. Me coloqué de costado y miré de reojo a las personas que estaban detrás de mí. Parecían molestas, y lo comprendía porque yo también me hubiese sentido frustrada si se tardaran tanto en colocar todos los productos sobre la caja. Para colmo, mamá me había mandado a comprar muchas cosas. Suerte que Kendall me esperaba en el auto que el tío Isaac le regaló para su cumpleaños, porque si no yo no iba a poder caminar mucho con tantas bolsas.
-Disculpa, tendrás muchos botones que apretar -me disculpé, sintiéndome mal por el chico.
-No te preocupes, todos los días pasan muchas más personas con muchísimas más cosas de las que tú traes.
Sonreí. Por alguna razón me había puesto nerviosa.
Pero la razón no era nada de otro mundo. Yo sabía cuál era; no estaba acostumbrada a hablar con chicos jóvenes.
Lo observé detenidamente y su cara me resultó familiar. No tardé en deducir que era un compañero mío de clase, uno mayor que yo pero que compartía pocas clases conmigo debido a que había repetido de curso. No recordaba su nombre, pero sabía que era el muchacho del que todos se reían en la escuela. No sabía mucho de él. Es más, el año anterior, cuando aún no íbamos juntos jamás lo había visto, y si lo hice, no lo recordaba en lo absoluto.
Tenía un pequeño moretón debajo del ojo, y cuando notó que miraba justo esa parte, pareció tensarse. Sus ojos se encontraron con los míos y vi algo extraño en ellos, pero no sabía qué era porque no me consideraba una lectora de miradas. Solo podía decir que había algo en ellos que me hacían sentir mal. ¿Estaba triste? Eso parecía. O quizás estaba cansado por el trabajo.
-¿Qué te pasó en el ojo? -pregunté sin querer hacerlo. No sabía si eso fue algún acto nervioso o qué, pero mi instinto decía que tenía que ver con el hueco incómodo de silencio que se había formado y que yo quería hacerlo desaparecer con alguna que otra palabra. Y eso era extraño de mí porque, generalmente, como había dicho, no solía hablar con ningún muchacho. En realidad, tampoco hablaba mucho con las chicas. Me consideraba una persona muy asocial, muy tímida. Me daba miedo expresarme ante las personas y que se terminaran burlando de mí por mostrarme de la manera en que era. Solo sentía que dentro de mi familia podía ser quien yo quisiera, pero afuera me afligía mucho el mundo crítico y cómo las personas te juzgaban por la apariencia.
-Me golpeé -respondió y bajó la mirada. Parecía estar incómodo, y no era el único.
-Fue muy de metida, lo lamento -de verdad no tenía por qué meterme en sus problemas. Bueno, tampoco era que me había escabullido en sus dilemas personales, pero no debí divagar nada porque él no me conocía y yo tampoco a él. Tenía que mantener las distancias y no hacerme amiga de alguien que no conocía. Sí, compartíamos matemáticas, literatura y creo que economía juntos, pero no hablé con él en toda la semana como para estar preguntando cosas muy personales.
Me preguntaba si sabía quién era yo. Probablemente no. Se sentaba en la primera fila de la clase y no se volteaba en ningún momento a ver a nadie. Creo que no tenía amigos dentro del cuarto año, y eso podía deberse a que, como era un año mayor que todos, no se sintiera encajado en el ámbito. Quizá sus amistades estaban en el último año.
-No te preocupes -se limitó a responder.
Lo volví a mirar con detenimiento y me di cuenta de que me parecía lindo. Por primera vez me parecía lindo alguien. Bueno, muchos chicos me habían llegado a parecer atractivos, pero sin duda él tenía algo más llamativo que despertaba en mí lo que se le llamaba curiosidad.
Sus ojos eran avellana, el mismo tono de ojos que yo saqué de papá. Su pelo era castaño, un poco más oscuro de que el que yo llevaba. Las facciones de su rostro eran demasiado bonitas y tenía un toque que me daba ternura. Pero lo que no me gustó fue ver en uno de sus movimientos descuidados, un moretón debajo de su cuello.
Otra vez me pregunté qué le había pasado, pero intenté quedarme, con la idea de que su respuesta fue real, por más que parte de mí sabía que no se había golpeado él solo.
-Vamos juntos a clase, ¿verdad? -inquirió, algo tímido.
¿Bonito y tímido? Buena combinación.
-Sí -respondí.
Me sonrió a modo de respuesta y sentí que quería que me siguiera hablando, pero alejé el sentimiento cuando me llegó un mensaje.
Era mamá.
Em, tu padre ya llegó del viaje, está ansioso por verte, mi amor. Vente lo más rápido que puedas.
Guardé el celular otra vez y fui formando una sonrisa en el rostro. Adoraba a papá, y después de casi un mes de no poder verlo por su trabajo, al fin iba a poder abrazarlo. Tenía que admitir que me había tocado el mejor padre del mundo, lo adoraba con todo mi ser a pesar de que a veces me molestaba mucho con él.
Sentí la mirada del chico puesta en mí. Empecé a guardar las cosas en las bolsas y maldije en mi interior por no pedirle a Kend que bajara conmigo a ayudarme a guardar las cosas.
-¿Sueles venir mucho por aquí?
-No tanto -respondí-, generalmente mis papás hacen las compras.
-Ah -asintió.
-¿Hace cuánto trabajas aquí?
-Casi un año y siete meses.
-Bastante -asimilé.
-Sí.
Terminé de guardar las cosas y le pagué lo que correspondía. Esperé a que me diera el vuelto y colgué las bolsas en mis antebrazos. Sabía que, por más que el estacionamiento del supermercado estuviese al lado del gran local, las tiras de las bolsas me iban a dejar marcas en la piel. Estaban bastante pesadas.
-Aquí tienes -dijo. Tomé el dinero y nuestras manos rozaron. Intercambiamos miradas y le sonreí amablemente. Esperaba que me devolviera la sonrisa pero no lo hizo. Fue ahí cuando noté que su rostro, además de amabilidad también expresaba cansancio. De seguro no era fácil estudiar y trabajar a la misma vez. Debe dejarte muy cansado, y más cuando es en un supermercado en el que hay ventas a cada rato.
-Gracias.
-A ti.
-Soy Emma -le tendí la mano y él sopesó por un momento. Mi presentación le extrañaba. A decir verdad, a mí también me extrañaba, no era propio de mí presentarme con nadie porque era una vergonzosa. Después de un momento, el chico estiró el brazo para corresponderme el gesto.
-Soy Aiden.
Nicholas Leone pasó de ser El Consigliere de la mafia al líder de la mafia italiana en un abrir y cerrar de ojos. Deberá asumir el puesto cuanto antes y tendrá que cumplir con su mayor obligación: proteger a Isabella White, la hija del antiguo jefe. Nick está decidido a cumplir con su tarea, pero jamás se imaginó que terminaría enamorado de ella. Amor, pasión y peligro envuelven la historia de Nick e Isabella. ¿Podrá Nick cumplir con su deber de cuidarla o fallará en el intento?
La familia de Chase siempre ha gozado de las riquezas de una herencia que les dejó el abuelo Stephen al morir. Chase Miller vivió su adolescencia rodeado de todo lo que quería. Si algo le gustaba, lo tenía. Si algo le aburría, lo desechaba y conseguía algo nuevo. Pero todo el paraíso terminó cuando una mala inversión hizo desastres en la economía de la familia Miller, obligándolos a mudarse de su lujosa mansión y acostumbrarse a una vida sin los lujos que acostumbraban. Chase está devastado, y junto a su padre, están dispuestos a hacer cualquier cosa para recuperar el antiguo estatus al que acostumbraban. Lo que Chase no sabe, es que su propio padre lo obligará a casarse con la hija de un millonario para eso.
Stefan huye de la mafia desde hace más de dos años. Ha recorrido parte del mundo buscando un refugio donde no lo encuentren, pero siempre tiene que estar en constante movimiento. Cuando se muda a Toronto, Canadá, conoce a una linda muchacha que tiene un gran futuro por delante. Pero todo cambia cuando ambos se enamoran. La mafia está dispuesta a arruinar a Stefan y a cualquier persona que él aprecie. Y Cande no será la excepción. ¿Podrá Stefan protegerla?
"Tú necesitas una novia y yo un novio. ¿Por qué no nos casamos?". Abandonados ambos en el altar, Elyse decidió casarse con el desconocido discapacitado del local de al lado. Compadecida de su estado, la chica prometió mimarlo una vez casados, pero no sabía que en realidad era un poderoso magnate. Jayden pensaba que Elyse se había casado con él solo por su dinero, por eso planeaba divorciarse cuando ya no le fuera útil. Sin embargo, tras convertirse en su marido, él se enfrentó a un nuevo dilema: "Ella sigue pidiéndome el divorcio, ¡pero yo no quiero! ¿Qué debo hacer?".
Traicionada por su pareja y su hermanastra en la víspera de su boda, Makenna fue entregada a los despiadados príncipes licántropos como amante, pero su propio padre ignoró su difícil situación. Decidida, ella intentó escapar y buscar venganza, pero, sin darse cuenta, captó el interés de los tres príncipes licántropos, que la deseaban en exclusiva entre muchas admiradoras. Esto complicó sus planes, atrapándola y convirtiéndola en rival de la futura reina licántropa. Enredada en deseo y celos, ¿podría Makenna lograr su venganza en el intrincado baile con los tres príncipes?
Janice, la heredera legítima olvidada hace tiempo, se abrió camino de vuelta a su familia, volcándose en ganarse sus corazones. Sin embargo, tuvo que renunciar a su propia identidad, sus credenciales académicas y sus obras creativas en favor de su hermana adoptiva. A cambio de sus sacrificios, no encontró calor, sino un mayor abandono. Decidida, Janice juró cortar todo vínculo emocional con ellos. Tras quitarse la máscara, ahora era conocida como maestra en artes marciales, experta médica y célebre diseñadora que sabe ocho idiomas. Con una nueva determinación, declaró: "A partir de hoy, nadie de esta familia se cruzará conmigo".
Sofía está dispuesta a todo por proteger a su amiga Catalina, incluso si eso significa enfrentarse a Harry Meyer, el hombre equivocado... literalmente. En su prisa por impedir una boda que considera un error, termina ante Naven Fort, un poderoso y reservado empresario con un pasado tan misterioso como su mirada. Pero con Naven nadie se equivoca sin consecuencias. Él le ofrece a Sofía una solución inesperada: ayudará a separar a Catalina de Harry, a cambio de que ella se case con él. Veinticuatro horas. Ese es el plazo que Sofía tiene para decidir si firmará un matrimonio por contrato con un completo desconocido. Lo que empieza como un trato frío pronto se transforma en una convivencia cargada de tensión, química y secretos. Todo se complica con la llegada de la exnovia de Naven, una mujer decidida a recuperar lo que cree suyo. Entre verdades ocultas y malentendidos, Sofía empieza a preguntarse si su bondad la está condenando... o si, en medio del caos, podría encontrar el amor real.
Rechazada por su pareja, de la que había estado enamorada durante mucho tiempo, Jasmine se sintió completamente humillada. En busca de consuelo, se dirigió a una fiesta para ahogar sus penas. Pero las cosas empeoraron cuando sus amigos le propusieron un cruel reto: besar a un desconocido o pedir perdón a su pareja. Sin otra opción, Jasmine se acercó a un desconocido y lo besó, pensando que eso sería el final. Sin embargo, inesperadamente, el desconocido le rodeó la cintura con los brazos y le susurró al oído: "¡Eres mía!". Gruñó, y sus palabras le provocaron escalofríos. Entonces, le ofreció una solución que lo cambiaría todo...
"Elliana, la ""patita fea"" rechazada por su familia, fue humillada por su hermanastra Paige, la admirada por todos, comprometida con el CEO Cole, era la mujer más arrogante... hasta que él se casó con Elliana el día de la boda. Todos, atónitos, se preguntaron por qué había elegido a la mujer ""fea"". Mientras esperaban que la despreciaran, Elliana dejó a todos boquiabiertos al revelar su verdadera identidad: una sanadora milagrosa, magnate financiera, una experta en valuación y una mente maestra en la IA. Cuando quienes la maltrataron se arrepintieron amargamente y suplicaron perdón, Cole desveló una foto impactante de Elliana sin maquillaje, causando conmoción en los medios: ""Mi esposa no necesita la aprobación de nadie""."
© 2018-now CHANGDU (HK) TECHNOLOGY LIMITED
6/F MANULIFE PLACE 348 KWUN TONG ROAD KL
TOP