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Ambar es una chica que ha sabido lo que es vivir en la pobreza, aislada del mundo que la rodea mientras recibe todo tipo de maltratos por parte de su padre. Decidida a huir de aquel infierno, se topa con los Reyes de Polonia quienes han quedado flechados al instante de verla, decididos a tenerla para ellos, toman la decisión de comprarla, Ambar sin opciones a donde ir, decide irse con ellos encontrándose con la sorpresa de que ella no era la única mujer de los Reyes.
Prólogo.
Ambar:
-Señorita, haga lo que le piden por favor -decía el hombre frente a mi.
-Pero... No pueden hacerme ésto, yo no soy una mercancía a la cual pueden comprar -dije al borde del llanto.
Todavía no podía creerlo, mi padre había logrado venderme a los Reyes ¿Porque lo hizo? Se supone que soy su hija y no debía dejarme a la deriva.
-Haz lo que te dicen Ambar -Mi padre me sostuvo con fuerza del brazo- pagué demasiado por ti.
-Padre.. Yo no quiero irme.. Yo no conozco a los Reyes, no quiero ser su mujer.
-¡Pues lo harás! ¡Pagué mucho por ti bastarda!
-Le aconsejo que no trate a la señorita de esa forma -aquel hombre intervino- llega lastimada a palacio, perderá ambas manos por tocarla.
Si usted supiera señor, solo si supiera.
Mi padre me soltó, no había forma de huir, me cazarian como animal, no quiero morir. No así.
-Venga conmigo señorita.. Es momento de irnos.
No asentí, tampoco negué, me quedé quieta en mi lugar, joder ¿qué hice para merecer ésto? Salí de la casa con lo único que tenia puesto, un vestido largo que estaba desgastado y sucio. Afuera estaba esperando una carroza preciosa con caballos blancos, no tuve más remedio que subir a ella, no sabía realmente como sentirme, no quería estar con ellos.
La carroza empezó a andar rumbo a palacio dónde ellos me esperarían, maldito sea el día en que salí corriendo de casa ese día, si me hubiese quedado a soportar un poco más, no estaría pasando por nada de ésto. No había pasado mucho tiempo cuando pude ver a lo lejos el palacio, desde casa se veía hermoso, pero ahora que estaba cerca, era más enorme de lo que imaginaba. Las rejas se abrieron dándonos el acceso al mismo, ya estando en las puertas me ayudaron a bajar de la carroza, pude ver a una mujer algo mayor detrás de ella habían tres chicas más, una rubia, otra de cabellos oscuros y otra de piel oscura, las tres vestían prendas costosas y Lucian peinados hermosos, parecían doncellas incluso podría decir que princesas.
-¿Es ella? -ella le preguntó al hombre y el asintió.
Ell-a vino a mi, tomo mi rostro en su regordeta mano y empezó a mirarme detalladamente ¿Porque lo hacía?
-Tienes facciones delicadas -tomo mis manos- tus manos están estropeadas, tu cabello le hace falta un buen lavado.
-Lo siento pero no todas podemos darnos ese privilegio -dije molesta, me solté de sus manos sudorosas.
-Eres una altanera, espero que no des problemas -miró a las chicas- ellas son tus compañeras, las concubinas de los Reyes.
¿Qué? No puede ser ¿las tres? Entonces los rumores son ciertos, ellos tienen más de dos mujeres aquí.. Dios mio padre ¿qué hiciste?
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