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Para el público, ella era la secretaria del CEO. A puerta cerrada, era la esposa que él nunca reconocía oficialmente. Jenessa estaba eufórica cuando se enteró de que estaba embarazada. Pero su alegría se vio reemplazada por el temor cuando su marido, Ryan, se reunió con su primer amor. Con el corazón encogido, decidió dejarlo libre y marcharse. Cuando volvieron a encontrarse, Ryan se fijó en el vientre prominente de Jenessa. "¿Quién es el padre del niño?", le preguntó. Pero ella se limitó a burlarse. "¡No es asunto tuyo, mi querido exmarido!".
"Señorita Wright, ¡felicitaciones! Su bebé está muy sano".
Jenessa Wright salió del hospital aturdida, apretando con fuerza el resultado de la prueba de embarazo.
Mirando hacia abajo, se acarició distraídamente el vientre, aún plano, y no pudo evitar sonreír de felicidad.
Estaba embarazada...
Reprimiendo su excitación, se apresuró a sacar su celular para llamar a Ryan Haynes, su esposo, emocionada por compartir la maravillosa noticia. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de marcar su número, su celular empezó a zumbar.
Hablando del rey de Roma...
Recibió un mensaje de Ryan que decía: "Ven al Hotel Imodon ahora mismo".
¿Hotel Imodon? ¿Por qué quería que ella fuera a ese lugar de repente?
La chica quedó desconcertada, pero no dudó mucho, tomó un taxi y se dirigió directamente al hotel.
Ya que Ryan quería verla, pensó que podría darle la buena noticia en persona.
En el asiento trasero del vehículo, la mujer sonrió para sus adentros, preguntándose cómo reaccionaría su esposo ante su embarazo.
Con el corazón latiéndole a mil por hora, la joven llegó al hotel. Apenas se bajó del auto, se dio cuenta de que el vestíbulo estaba adornado con flores y una flamante alfombra roja, claramente preparada para una celebración.
Al ver eso, se detuvo, momentáneamente estupefacta, antes de recordar que ese día era su aniversario de boda.
¿Quizás Ryan quería darle una sorpresa?
El vestíbulo bullía de invitados, con sus risas y charlas llenando el ambiente.
Jenessa se abrió paso entre la multitud. Gracias a su sencillo atuendo, pasó desapercibida.
No tardó en divisar al hombre deslumbrantemente guapo que destacaba entre la gente.
No era otro que su marido, Ryan, el padre de su hijo.
Pero, justo cuando una sonrisa empezaba a dibujarse en sus labios, vio a la mujer que estaba junto a su esposo, y su sonrisa se congeló.
Se trataba del primer amor de Ryan: Maisie Powell.
¿Cuándo había regresado esa mujer a la ciudad?
Jenessa se quedó paralizada, mientras los veía entretener a los invitados como si fueran la pareja perfecta.
Sus amigos los rodeaban y parecían felicitarlos.
"Maisie, por fin estás en casa. Merece la pena un brindis".
"Ryan, después de todos estos años, Maisie y tú por fin se han vuelto a reunir. ¿Por qué no tomen una copa de celebración?".
Poco a poco, las risas se hicieron más fuertes.
Maisie, vestida con un sensual vestido rojo y con un maquillaje exquisito, esbozó una sonrisa amable. "Dejen de molestarnos, chicos. Ryan ya tiene esposa".
Ante ese comentario, los que estaban alrededor pusieron cara de desdén.
"¿Jenessa? ¡Por favor! Ryan solo se casó con ella para complacer a su abuela".
"¡Exactamente! Él siempre ha querido casarse contigo, ¿verdad, Ryan?".
El susodicho, quien parecía un príncipe con su traje a medida, destilaba elegancia y nobleza.
"Bueno, ya basta; dejen de molestar a Maisie", dijo él con frialdad. "Como ella no puede beber, yo tomaré por ella".
En cuanto él dijo esto, las risas y burlas de sus amigos se intensificaron aún más.
"Oye, Ryan, ¿qué demonios? Estás siendo muy protector con Maisie, ¿no? ¡Está bien! Si ella no puede tomar, tú tendrás que beberte su parte. Y no puedes irte hasta que hayas terminado".
A pesar de las burlas, Ryan se mantuvo sereno y tranquilo, pero se le dibujó una inconfundible sonrisa en la comisura de los labios.
A su lado, Maisie bajó la cabeza y se sonrojó tímidamente.
El afecto entre esos dos era tan evidente que Jenessa sintió que le atravesaban el corazón.
No supo cuándo ni cómo, pero de algún modo acabó fuera del hotel, y solo se dio cuenta cuando las frías gotas de lluvia le golpearon la cara.
El viento gélido y la llovizna la envolvieron, y en un santiamén, se desató una feroz tormenta que le caló hasta los huesos.
Aun así, la chica no se movió ni un milímetro. Solo se limitó a mirar fijamente la lluvia. ¿Por qué Ryan le había escrito? ¿Era solo una estrategia para que ella fuera testigo de su amor y le cediera su lugar como esposa a su amada Maisie?
Al pensar en eso, la chica empezó a sentirse algo agitada. Mirando aturdida a su alrededor, pensó que no podía hacer otra cosa que irse de ese desdichado lugar.
Entonces, con pasos rígidos y deliberados, se dirigió a su casa caminando bajo la lluvia. De pie en el umbral de la puerta, contempló la villa, que le resultaba familiar, mientras sus pensamientos vagaban a la deriva.
Hacía dos años, cuando su familia estaba al borde de la bancarrota, intentaron salvar su situación casándola con la familia Haynes.
Al principio, Ryan no quería, pero como su abuela, quien estaba gravemente enferma, no dejaba de presionarlo, aceptó a regañadientes el matrimonio concertado.
Pero ahora que la salud de la anciana había mejorado y Maisie había vuelto del extranjero, Jenessa pensó que tal vez había llegado el momento de hacer las maletas y dejar a su esposo.
No supo cuánto tiempo permaneció de pie frente a la casa antes de que el sonido del motor de un auto llegara a sus oídos.
Entonces, la profunda voz de Ryan sonó a su lado. "Oye, ¿por qué estás aquí parada bajo la lluvia?".
-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
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