Jolie creyó que huir era la solución correcta ante el desliz que cometió al casarse en una noche loca desenfrenada, pero cinco años después debe volver al lugar al que juró nunca más regresar y enfrentarse a las consecuencias de sus actos. Solo que Darius no es el mismo hombre caballeroso y tierno que ella creía conocer. Él la odia por haberle roto el corazón y abandonarlo cuando le dijo que intentaría llevar una vida de casados. Ella aún sigue sintiendo los mismos deseos que en el pasado, pero esta vez son más intensos e inexplicables que antes. Entre el amor y el odio hay una delgada línea que los separa y desatará una pasión que ninguno de los dos podrá contener.
Notita: Les dejo el orden de la serie Infierno, las cuales encuentras en mi perfil:
Libro 1: Infierno
Libro 2: Desliz
Libro 3: Nociva
***
-¡Hagamos un brindis! -gritó Jolie, tomando la botella de whisky que la mesera recién había traído unos minutos antes-. Hace un año cuando Jeray decidió crear su propia empresa, he de confesar que tenía muchas dudas, pero hoy en día puedo decir que me siento muy orgullosa de los logros de mi primo hermano y de todo lo que ha logrado en tan poco tiempo.
-No le atribuyas todo el éxito solo a él, que nosotros también hemos aportado bastante -se quejó un Darius risueño.
-Ustedes solo han aportado dinero, pero Jeray ha usado todo su gran cerebro y sus grandes dotes como empresario para crecer.
-Deja de alabarlo tanto mujer que se las va a creer y después nos va a pisotear como si nos tratáramos de insignificantes hormigas -le recriminó de nuevo el castaño-. Además, tú también pusiste dinero de tu herencia para que la empresa de él alzara vuelo.
El aludido escuchó a sus amigos ser tan ruidosos como de costumbre y sonrió. En ese momento tenía todo lo que deseaba y no descansaría ni un instante para hacer crecer su empresa día a día y devolverle todo el dinero que sus amigos habían invertido.
-Dejen de quejarse, señoritas -resolvió Jolie, sirviendo cuatro tragos e instándolos a ponerse de pie-. Por un imperio que solo se hará más grande con el paso de los días.
Los cuatro amigos chocaron sus copas y se las bebieron de un solo golpe, antes de que Jolie volviera a servir y siguieran bebiendo sin parar.
Todos estaban demasiado felices y ebrios como para comprender lo que estaba sucediendo. Kian encontró una chica en la barra y se enrolló con ella al instante. Jeray, como de esperarse, se mantuvo en silencio y riendo una que otra vez por lo que decía su prima y sus amigos. Y, aunque varias mujeres hermosas le coquetearon, ninguna despertó su interés.
Por otro lado, Darius estaba decidido a no dejar pasar más el tiempo. Ya no podía seguir negándose todo lo que la rubia despertaba en su interior. No solo era la química que existía entre ellos, la forma en que se coqueteaban con tanto descaro y las miradas furtivas que se dedicaban de vez en cuando y decían más de lo que estaban dispuestos a aceptar.
Jolie no solo lo seducía y lo tentaba, también lo hacia pensar en una relación más seria entre ellos. No recordaba cuándo se había enamorado de ella, pero podía dar fe de que, desde el primer día en que la vio, quedó flechado con su belleza, su forma de ser tan natural y suelta y su inusual y ácido sentido del humor.
-Joder, esto parece más un inquilinato que una celebración, peor aún, un velorio y yo no veo el muerto por ninguno lado. El único que está disfrutando y tiene ligue es Kian -Jolie resopló, descansando la cabeza en el hombro de Darius-. ¿Por qué no bailamos?
-No -zanjó Jeray sin dar tregua a objetar.
Darius rodó los ojos y le dio una mirada divertida a la chica. Aunque estaba decidido a ir por toda con ella, su mejor amigo lo frenaba. Para Jeray, Jolie era como una hermanita pequeña, alguien que debía proteger a toda costa y de todo aquel que quisiera acercarse a ella con una mala intención.
-Bailemos, entonces -Darius se puse de pie y le tendió la mano como todo un caballero-. ¿Me concederías esta pieza?
-Esta y muchas más -le guiñó un ojo coqueta y, sonriendo con picardía, dejó su mano sobre la de él y se encaminaron juntos hacia la pista de baile.
Jolie de inmediato rodeó el cuello del hombre y lo apresó entre su cuerpo y sus brazos, acercándolo lo más que pudo hacia sí para embriagarse de ese aroma tan masculino y envolvente que desprendía.
Darius apoyó las manos en sus caderas y se dejó guiar por ella, bailando lentamente y a un mismo son, disfrutando de la cercanía y sintiendo que su corazón iba más rápido de lo normal. La tenía tan cerca, pero a la vez la sentía muy lejos de su ser.
Moría de ganas por cortar el poco espacio que los separaba y devorar sus labios carnosos y rojos. Deseaba no solo probar sus labios, sino aquella piel tan hermosa y blanca que se veía a la vista de su diminuto vestido. Sus curvas lo estaban enloqueciendo y desde las alturas el valle de sus senos lo tentaba a hundir el rostro entre ellos y embriagarse de su aroma y sabor.
La chica, por lo contrario, observó fijamente al hombre con el que estaba bailando y volvió a confirmar lo asquerosamente atractivo que era. Lo alto que era hacia que su porte se viera más distinguido, más atlético, más sexi. Sus brazos anchos, sus ojos oscuros y su cabello perfectamente peinado. Sus labios eran delgados, pero tenían algo que la llamaban a desviar la vista constantemente hacia ellos.
Kian era guapo, incluso su mismo primo lo era y Asier no se quedaba atrás, pero Darius tenía un aura diferente a la de ellos. No solo era atractivo, su mirada acechaba paciente como un león a su presa. Sus ojos tenían una ferocidad que estaba logrando encenderla poco a poco.
Aunque nunca imaginó sentir algún deseo por alguno de los amigos de sus primos, lo cierto es que Darius despertaba todo su interés. Era el tipo de hombre que le gustaba, y si no fuera porque era uno de los mejores amigos de Jeray, hacia mucho se habría dado el gusto de probarlo a lentitud y profundidad.
La canción acabó y siguió una más sensual, por lo que Jolie se dio la vuelta y bamboleó la cadera de un lado a otro, realizando movimientos sutiles y provocadores que pusieron en aprietos al hombre.
El roce de su trasero en su bragueta estaba despertando sus deseos de una manera que no debía. Le daba vergüenza que allí mismo tuviera una erección, pero era difícil de controlarse cuando la chica parecía moverse con toda la mala intención de provocarlo. Aunque él intentaba alejarse un poco de ella para que no sintiera lo que estaba causando, lo cierto es que Jolie estaba haciendo dichos movimientos a propósito, todo para sentir qué tan buena era la herramienta entre las piernas de Darius.
Se mordió los labios al sentir el roce duro de su verga y su coño empezó a palpitar de deseos. Sentía la tentación de llevar sus dedos y frotarse mientras sentía la dureza en su trasero, pero no quería ser tan desvergonzada. El único problema era que la calentura y el alcohol que había en su sistema no la dejaba pensar con inteligencia.
Tomó las grandes manos del hombre y las aceró un poco más hacia su vientre bajo, sintiendo un intenso calor en su cuerpo y un cosquilleo que no dejaba de sentir entre el medio de sus piernas.
-¿Qué estás haciendo? -le susurró él con voz ronca y profunda, pellizcando sus caderas con suavidad, y provocando un ligero latigazo de placer en ella-. No juegues sucio.
-¿Qué estoy haciendo de que? -inquirió ella y Darius sonrió, llevando una de sus manos por el costado de su cuerpo-. Ten mucho cuidado por dónde pasas esas manos. Si llegas a tocar mal, puede que te las arranque.
La carcajada de Darius la hizo estremecer, pero no más que la caricia que estaba dejando el recorrido de su mano que se detuvo a unos cuantos centímetros de sus senos.
-Si te acercas demasiado a la candela, terminarás quemándote, brujita -realizó un círculo con su dedo pulgar, haciendo que ella se mordiera los labios y tragara saliva.
-Puede que me arrime y salga bien librada.
-No me provoques si después no vas a hacerte cargo de lo que provocas.
Darius estaba dispuesto a alejarse, pero Jolie no se lo permitió. Se dio vuelta y lo agarró de la camisa, acercándolo y rozando sus alientos cálidos. Sus cuerpos encajaban a la perfección y seguían los movimientos de una canción mucho más lenta.
-Y si quisiera hacerme cargo, ¿tienes algún problema con ello?
Se miraron largo y tendido hasta que el deseo y las ganas los superaron.
Sus bocas se unieron hambrientas y desesperadas, sin importar en el lugar en que estaban y desfogando todo lo que se habían contenido hasta entonces.
No existía dulzura y lentitud entre el movimiento de sus bocas. Darius se la quería beber de un soplo y Jolie necesitaba seguir probando una boca deliciosa que sabía besar a las mil maravillas y la estaba dejando derrotada en el suelo.
Darius llevó sus manos a sus nalgas y las apretó como tanto lo deseaba, masajeando y acercándola un poco más a su cuerpo, haciéndola sentir lo duro que estaba a causa del roce frenético de sus labios y la intromisión maliciosa y perversa de su lengua. Pero más que nada, porque hacía mucho no estaba con una mujer y necesitaba desfogarse.
Por su parte, Jolie se dio el gusto de palpar su duro pecho y de sentirlo estremecer en cada caricia que sus manos dejaban cada vez que iban en descenso por su torso.
Se separaron y respiraron agitados, pero ninguno de los dos detuvo el movimiento de sus manos. Jolie sonrió al tocar directamente su prominente erección por encima de la tela de su pantalón y Darius guio una de sus manos bajo su vestido, deleitándose con su suave piel.
-Nos meteremos en problemas si nos llegan a ver haciendo esto.
-Deberíamos seguir la fiesta en mi apartamento o en algún lugar donde podamos coger -propuso la chica sin ápice de vergüenza ni duda.
A él no tuvo que insistirle mucho, ya que estaba completamente excitado y la rubia le gustaba a más no poder. Tanto tiempo deseando a la prima de su amigo, y ahora que se le presentaba la oportunidad, no la dejaría pasar por nada del mundo.
Así que la tomó de la mano y, sin que Jeray y Kian los vieran, salieron del club y subieron al primer taxi que detuvo.
De camino a algún lugar que ni siquiera ellos mismos sabían, se besaron y se tocaron sin reservas. Estaban ebrios, calientes y sin intención alguna de frenar lo que estaban haciendo. Incluso entre beso y caricia furtiva.
Salieron trastabillando del taxi y, sin mucho tiempo que perder, se perdieron en el interior del edificio que el conductor los llevó.
Entraron al hotel y pidieron una habitación con prisa y ansias. La empotró contra las paredes metálicas del ascensor en cuanto estas se cerraron y presionó su mano en su cuello, acariciando a la par sus caderas.
-Eres una bruja -susurró cerca de sus labios apresados por sus dientes-. ¿Tienes alguna idea de lo mucho que te deseo?
-No necesito hacerme una idea para saberlo -fue quitando botón por botón de su camisa y le sonrió maliciosa-. En lugar de hablar tanto, usa esa boquita para hacer mejores cosas. No me gusta que me hablen en el sexo.
Darius gruñó y presionó su mano aún más fuerte alrededor de su cuello, arrebatándole un suave quejido y que ella guiara su mano a su verga y la presionara con la misma fuerza en que él sostenía su delgado cuello, haciendo que su falo se endureciera un poco más de ser posible.
-Es mejor que yo te estrangule, ¿no crees?
-No solo eres una bruja, sino un diablo muy sexi.
Atacó su boca con frenesí, separando sus piernas y pasando sus dedos por su coño por encima de la diminuta prenda. Aún por encima de la tela se sentía tan caliente y estaba tan húmeda que Darius ahí mismo ya deseó explotar en su interior.
Fueron conscientes únicamente de cuando las puertas se abrieron y ellos salieron del ascensor y entraron a la habitación sin más, envueltos entre besos y mordidas que desataban un fuego incandescente y que los estaba arrastrando a una pasión interminable.
La ropa quemaba sus pieles, así que se la quitaron entre besos apasionados y toques sucios que incrementaba su libido.
Una vez desnudos, Darius levantó en sus brazos a la chica y la sentó en un brusco movimiento sobre alguna superficie alta que encontró. Le abrió las piernas de par en par y arrancó de un solo tirón la diminuta tanga que cubría su cuerpo.
Sonrió al verla tan mojada y lista para recibirlo. Acercó sus labios a sus muslos y dejó un reguero de besos, antes de que atacara vehemente su encharcado coño, tan hambriento que Jolie se sintió rebasada ante el salvajismo con que movía su lengua en su interior, la succionaba como si fuese a arrancarle el alma y mordía su clítoris, enloqueciéndola y haciendo que sus gemidos retumbaran por toda la habitación.
Jamás un hombre la había comido de esa manera, jugando con su cordura y sus nervios de tal manera que se retorcía y se movía ansiosa de sentirlo por completo.
Se aferró de los cabellos del hombre y curvó la espalda, echando la cabeza hacia atrás y gimiendo ruidosamente a la par que movía la cadera, tras las olas de placer que la golpeaban sin darle tregua siquiera a respirar y estalló en un orgasmo que le arrancó una sonrisa satisfecha.
Tembló, apresando la cabeza del hombre entre sus piernas mientras él, excitado y deseoso, lamía los resquicios del orgasmo.
-Joder -soltó ella, haciendo que Darius se pusiera en pie. Ella misma tomó su falo duro e hinchado y lo llevó por su hendidura, contoneando el cuerpo, invitándolo a penetrarla sin más juegos-. Te habría seducido antes de saber que sabías hacer maravillas con la boca.
-Aunque me gustaría saber si tú podrías hacer dichas maravillas con esa boquita, lo cierto es que... -la tomó de la cadera y entró en ella de un golpe, tan profundo y certero que se vio enterrando las uñas en su piel-, no puedo contenerme más.
La abrió aún más de piernas y arremetió con fuerza y rapidez, viendo con lascivia la forma en que entraba y salía de ella. Su falo se humedecía con sus fluidos y aquello era tan excitante que solo hacia que aumentara la fuerza de sus empates.
Rebasada por el placer, Jolie sus dedos y frotó su clítoris, aumentando esa presión que se iba acumulando a gran velocidad mientras era empatada con mayor rudeza. Entre tanto acariciaba el falo duro de él cuando salía y entraba, haciéndolo gruñir y aumentar los movimientos de sus embestidas.
-Me casaría contigo ahora mismo si siempre me vas a coger así de rico -le dijo ella, mirándolo fijamente a los ojos sin dejar de frotar sus dedos en su clítoris.
-Entonces sé mi esposa ahora mismo -susurró Darius, resoplando y sintiendo que su corazón se iba a salir de su pecho.
-Acepto.
Soltó un fuerte grito cuando él salió de ella y le dio vuelta, dejando su culo en pompa y la conectó al instante, haciendo que se mojara aún más y tragara con dificultad al sentirlo más duro y grande en su interior.
Darius arremetía con toda la intención de quedar grabado en la piel de la chica y, entre cada azote que dejaba en su interior y sus redondas nalgas, lo estaba logrando.
***
Jolie despertó resacosa, con el cuerpo adolorido y algo desorientada al no reconocer la habitación en la que se encontraba.
Se fijó en el cuerpo masculino que tenía a su lado y se frotó el rostro con fuerza. La noche anterior había bebido tanto que ni siquiera lograba recordar todo lo que había hecho con Darius y si seguían en el hotel o en dónde estaba, pero tenía en su mente algunos besos y caricias que eran difícil de olvidar, así como le era imposible de olvidar el buen sexo que le había dado.
-Buenos días, Sra. Rowe -saludó, dejando a la mujer sorprendida por unos cuantos segundos, antes de que estallara en una ruidosa carcajada.
-Que haya amanecido a tu lado no quiere decir que sea tu señora.
Darius se incorporó en la cama y sonrió ladeado, tomando la mano de Jolie y acariciando el hermoso anillo que rodeaba su dedo, quedando esta tan perpleja ante la piedra que tenía puesta en su mano y hasta ahora reparaba en ella.
-Aceptaste ser mi esposa.
-No deberías creer las palabras de una mujer ebria -resolvió, tratando de quitarse el anillo mientras se levantaba de la cama a toda velocidad-. Una mujer ebria y caliente no sabe lo que dice y piensa, así que...
-Nos casamos justo antes de venir a mi apartamento y darte el tercer orgasmo de la noche. No me vengas ahora con que no recuerdas lo que pasó anoche.
El corazón de la mujer se detuvo y terminó riendo, pero la seriedad de Darius mas esa mirada insistente y segura le dejaba en claro que no estaba bromeando. Recordaba muy pocas cosas, ya que después de salir del hotel habían bebido en algún bar de la ciudad, de ahí en adelante su mente se encontraba en blanco y no recordaba lo que había hecho.
-Oh, mierda -soltó todo el aire con brusquedad-. ¿Qué demonios hice anoche?
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