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Jugando con la Nerd

Jugando con la Nerd

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Ethan, el chico más popular de la preparatoria, acepta un reto cruel: enamorar a la nerd del salón, Beatriz, y romperle el corazón frente a todos. Pero lo que comienza como un simple juego para alimentar su ego y mantener su estatus, pronto se convierte en una trampa emocional. Cuanto más se acerca a Beatriz, más difícil se vuelve distinguir el reto de la realidad... y lo que estaba destinado a ser una humillación, podría terminar cambiándolo todo.

Capítulo 1 Inicio

⊱ ────── { ETHAN } ────── ⊰

La cafetería de la preparatoria estaba llena de murmullos, como cada día que llegábamos. Mis amigos y yo caminábamos por el centro, con pasos lentos y confiados, como si fuéramos dueños del lugar. Las miradas se dirigían a nosotros desde cada rincón, algunas cargadas de admiración, otras de envidia, y unas pocas, de odio disimulado. Pero todas estaban sobre nosotros. Éramos los populares. Los reyes sin corona de ese lugar. Y yo, Ethan, el más admirado de todos.

Claudia, mi novia, se detuvo frente a mí. Su cabello rojo caía en ondas perfectas sobre sus hombros, su minifalda negra delineaba sus piernas largas y torneadas, y sus ojos azules me miraban como si el mundo girara a mi alrededor.

-Bebé -dije inclinándome para besarla en la boca, con una sonrisa arrogante.

Ella era la chica popular, la más deseada, la que todas querían ser y la que todos querían tener. Era obvio que tenía que ser mía. Nos sentábamos juntos en la cafetería, siempre en la misma mesa, con vista al centro, donde todos pudieran vernos, envidiarnos y recordarnos.

-Vamos a sentarnos -dije con seguridad.

Claudia caminó a mi lado con esa forma de andar altiva que la hacía parecer una modelo sobre una pasarela. Nos sentamos, y a los pocos segundos, Sofía y Lorena, sus mejores amigas, llegaron corriendo, riéndose por algo que traían entre las manos. Lorena le entregó un papel a Claudia, quien lo abrió con curiosidad. Un segundo después, una carcajada salió de su boca.

-¿Qué pasa? -pregunté divertido.

Ella alzó el papel, y ahí estaba: mi nombre escrito con letra cursiva, rodeado de corazones y flores mal dibujadas, y una firma sencilla, una simple "B".

-¿De quién es? -preguntó uno de mis amigos.

-Beatriz -respondió Claudia, con una risa burlona.

Todos rompimos en carcajadas. Beatriz, la nerd de la clase. Beatriz, la de lentes gruesos, la que usaba suéteres tres tallas más grandes y hablaba con voz temblorosa cada vez que tenía que exponer. Como si el universo supiera que hablábamos de ella, justo en ese momento entró en la cafetería.

Se acercó con paso inseguro y los ojos brillosos.

-Regrésame eso -dijo en voz baja, intentando mantener la dignidad.

Claudia se levantó y, con una sonrisa maliciosa, levantó el papel al aire.

-Así que la nerd de la prepa está enamorada del chico popular... de mi novio -dijo riendo con burla.

Beatriz bajó la mirada, temblando.

-¡Oigan todos! -gritó Claudia, atrayendo la atención de toda la cafetería.

El silencio se hizo. Todos se giraron hacia ella.

Claudia se subió a la mesa con sus botas altas y levantó aún más el papel arrugado.

-Aquí Beatriz confiesa que está enamorada de Ethan. ¿Pueden creerlo? ¡La nerd enamorada de mi novio! -exclamó con ironía.

Algunos rieron. Otros simplemente la miraban, disfrutando del espectáculo. Yo observé a Beatriz. Sus lentes empañados por las lágrimas. Los labios temblorosos. La humillación escrita en su cara.

-Pobrecita, está llorando -dijo Sofía, burlona.

Claudia bajó de la mesa y se paró frente a Beatriz.

-¿Te has visto en un espejo, nerd fea? Nadie te haría caso -dijo cruelmente, rompiendo el papel y lanzándole los pedazos en la cara.

Beatriz salió corriendo entre risas, humillada, con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Yo solo sonreí y me recosté contra el respaldo de la silla, como si nada de eso me importara.

-Así que tienes loca a la nerd -dijo Adrián divertido.

-¿Qué puedo decir? No tengo la culpa de ser bello -respondí riendo con arrogancia.

-Podríamos sacarle provecho -añadió Max con una sonrisa ladina.

Me giré hacia él, interesado.

-¿Qué estás proponiendo? -pregunté curioso.

-Piénsalo. La nerd es la mejor del aula. Podías fingir que te interesa, así hace nuestras tareas. Y nosotros salimos de pinta -dijo en tono cómplice.

-¿Qué dijiste? -preguntó Claudia, molesta.

-Vamos, piénsalo como un reto. Hazle creer que te gusta, sácale provecho y luego la votas -dijo Max con frialdad.

-¿Mi novio con esa cosa fea? No -respondió Claudia con desagrado.

-Me gusta lo del reto... y tengo problemas con matemáticas -comenté pensativo.

-Ethan... -dijo Claudia, cruzando los brazos.

-Bebé, piénsalo. Podríamos salir de pinta todos, mientras ella hace las tareas -dije sonriendo.

Las amigas de Claudia soltaron carcajadas.

-Sí, Claud. Piénsalo -dijo Sofía divertida.

Claudia se quedó pensativa unos segundos, luego sonrió.

-Con una condición -dijo con voz firme.

-¿Cuál? -pregunté interesado.

-Que cuando le rompas el corazón, sea delante de toda la prepa -respondió, sonriendo con malicia.

-Reto aceptado -dije riendo, mientras todos aplaudían.

-Ya está, hermano. Te deseo suerte, la vas a necesitar -dijo Adrián riendo.

-Cállate, esto también lo hago por ustedes -respondí divertido.

Me levanté de la mesa.

-¿A dónde vas? -preguntó Claudia.

-A poner en marcha el plan. Necesito darle consuelo, ahora que todos saben que está enamorada de mí -dije con una sonrisa.

-Vamos, amigo. Tú puedes -dijo Max animado.

Salí de la cafetería con calma. Crucé el pasillo observando cada rincón. No tardé en encontrarla. Estaba sentada en un rincón del pasillo del ala vieja del edificio, entre dos casilleros olvidados, con el rostro escondido entre las rodillas.

Me acerqué con paso lento, como si fuera un cazador acercándose a su presa herida.

-¿Estás bien? -pregunté con voz suave.

Ella levantó la cabeza, sorprendida. Sus ojos estaban rojos, y las lágrimas aún corrían por sus mejillas.

-¿Qué... qué quieres? -preguntó con miedo.

-Solo quería asegurarme de que estuvieras bien -respondí con tono amable.

-No necesito tu lástima -dijo bajando la mirada.

-No es lástima, Beatriz. Solo... no debió pasar eso -dije fingiendo pesar.

-¿Por qué estás aquí? -preguntó con la voz rota.

-Porque no me pareció justo. Ellas se pasaron -dije con suavidad.

-Pero no dijiste nada... solo te reíste -susurró dolida.

-Lo sé. Fue estúpido de mi parte -admití, sentándome a su lado-. A veces, uno se deja llevar por el grupo, ¿sabes?

Ella no dijo nada. Solo se abrazó a sí misma.

-Beatriz, quiero que sepas que no me burlé de ti. En serio -dije mirándola.

-¿Por qué me dices esto? -preguntó con desconfianza.

-Porque... no me pareces fea. Solo... diferente -dije con una sonrisa leve.

-No necesito que mientas para sentirte mejor -dijo, volviendo a ocultar su rostro entre las rodillas.

-No miento. Te estoy hablando en serio -insistí con voz suave.

Me incliné un poco más hacia ella, como si mi cercanía fuera a sanar algo. Levanté su rostro con dos dedos, obligándola a mirarme. Fue entonces cuando lo noté. Uno de sus ojos era azul. El otro, marrón. No sé cómo no lo había visto antes. Si lo observaba en otra chica, en alguien con más seguridad o con otro tipo de presencia, podría haber parecido fascinante, incluso exótico. Pero en Beatriz... solo acentuaba su rareza. No encajaba. Era como si hasta su mirada la delatara: distinta, fuera de lugar.

Aun así, no dejé que mi expresión cambiara.

-Tus ojos son... especiales -dije con una sonrisa sutil.

Ella se apartó.

-No tienes que fingir que te parezco linda -murmuró con tristeza.

-No estoy fingiendo, Beatriz -dije, volviendo a mirarla con intensidad-. Y para que veas que lo que te digo es sincero... terminé con Claudia -añadí con seriedad.

Ella me miró de golpe, incrédula.

-¿Terminaste con Claudia? -preguntó con voz baja, confundida.

-Sí. Ya no es mi novia -afirmé, encogiéndome de hombros como si fuera lo más fácil del mundo.

-No te creo -respondió al instante, bajando la mirada.

-Lo entiendo. No tienes por qué creerme aún. Pero quiero demostrarte que voy en serio -dije, metiendo las manos en los bolsillos-. Este fin de semana voy a hacer una fiesta en mi casa... y quiero que vengas -añadí con un tono casual, como si invitar a la chica más invisible de la escuela fuera la cosa más normal del mundo.

-¿Una fiesta? ¿Yo? -preguntó con asombro, como si jamás hubiera escuchado esas palabras dirigidas a ella.

-Sí, tú. Me gustaría que vinieras -dije con sinceridad fingida.

-No sé... tus amigos... Claudia... -murmuró, temblorosa.

-Claudia no es nada mío. Y si mis amigos tienen un problema, entonces no me importa. Esta invitación es para ti, no para ellos -dije, como si fuera el héroe de su historia.

-¿Por qué haces esto? -preguntó con desconfianza.

-Porque me gustas -respondí con rapidez, mirándola directo a los ojos.

Ella tragó saliva, nerviosa.

-No digas eso -susurró.

-¿Por qué no? -pregunté, sonriendo levemente.

-Porque sé que no es verdad -dijo con tristeza.

-¿Y si lo es? -pregunté acercándome un poco más-. ¿Y si eres más de lo que tú misma crees? -añadí con una voz más suave.

Beatriz se quedó en silencio. Su mirada bajó hacia sus manos, que jugaban con las mangas largas de su suéter.

-No tengo ropa para ir a una fiesta -dijo con timidez.

-No importa lo que uses. Si vienes, para mí será suficiente -respondí con una sonrisa tranquilizadora.

-Nunca he ido a una fiesta -admitió con vergüenza.

-Entonces es hora de que vayas a la primera... conmigo -dije con tono firme.

Ella me miró de nuevo, sus ojos dispares fijos en los míos.

-¿Qué esperas de mí, Ethan? -preguntó con voz temblorosa.

-Nada que no quieras dar -respondí con un encogimiento de hombros.

-No sé si esto es una broma -dijo con sinceridad.

-No lo es. Y si vienes, te lo voy a demostrar -afirmé con convicción.

Ella no respondió de inmediato. Se quedó callada, mirando el suelo, perdida entre pensamientos y emociones que probablemente no sabía cómo manejar. El silencio entre nosotros no era incómodo. Era tenso. Un silencio que decía más que cualquier palabra.

-Está bien... iré -dijo al fin, con voz apenas audible.

Le sonreí. Fue tan fácil.

-Genial. Te esperaré el sábado, a las ocho -dije mientras me levantaba.

-¿Y si me arrepiento? -preguntó levantando la mirada.

-No lo harás -respondí con seguridad.

Ella no dijo nada más. Me di media vuelta y comencé a caminar por el pasillo, sintiendo las miradas de algunos que se habían asomado tras el alboroto de antes. En cuanto doblé la esquina, saqué el celular del bolsillo y mandé un mensaje.

"Reto en marcha."

No pasaron ni cinco segundos cuando la respuesta llegó:

Max: "Vamos, cabrón. Que comience el juego."

Guardé el celular con una sonrisa torcida. Ya había dado el primer paso, y Beatriz había mordido el anzuelo. Ahora solo tenía que seguir ganando su confianza. Seducirla, manipularla, hacerla sentir especial. Y luego, cuando estuviera enamorada de verdad... aplastarla frente a todos.

Porque ese era el reto. Y yo no perdía retos.

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14/04/2025
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