Samantha apretó los labios y respiró profundo. Sabía que su carrera estaba en juego, pero el desprecio en la voz de Hugo le dio un giro a sus pensamientos. No era solo el despido lo que la hería, sino la forma en que él lo estaba manejando. Como si no fuera nada.
- ¿Así de fácil, Hugo? ¿Solo me vas a despedir sin más? - le preguntó, intentando mantener la compostura.
Hugo levantó la mirada por un instante, sus ojos azules fríos y calculadores, pero no hubo ni un atisbo de emoción en su rostro.
- No es personal, Samantha. Pero hace tiempo que te desconectaste del objetivo principal. La empresa necesita resultados, y tú no los has entregado. Las expectativas eran claras.
- Claro, siempre son claras cuando te conviene, ¿verdad? Pero cuando las cosas no salen como esperas, no hay espacio para dudar. No hay espacio para el error. - la voz de Samantha se llenó de un tono ácido que no pudo evitar.
Hugo dejó el teléfono a un lado y se levantó de su silla. Caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad sin prestar mucha atención a lo que sucedía en su oficina. La imagen de su silueta se recortaba contra el vidrio. Algo en su postura, en su actitud, la hizo sentir pequeña. Vulnerable. Y eso la enfureció.
- Te he dado mucho tiempo, Samantha. Sabes lo que he hecho por ti, las oportunidades que te he dado. Pero los números no mienten. Las decisiones se toman basadas en datos, no en emociones. Es lo que nos ha permitido llegar tan lejos.
- ¿Y qué hay de la lealtad? ¿De la confianza que creímos tener? - Samantha no pudo evitar que la ira se filtrara en su voz. - Creí que no éramos solo cifras, Hugo. Creí que había algo más.
Hugo se giró de repente, su rostro severo pero inexpresivo.
- No. Eso es lo que tú querías creer. Esto es negocio, Samantha. No hay lugar para los sentimientos. No aquí.
El golpe fue más fuerte de lo que había imaginado. Sentía su estómago apretado, su respiración más rápida, y la rabia era una marea que la inundaba. ¿Cómo podía ser tan frío? ¿Cómo podía despedirla de esa forma, después de todo lo que había hecho por él, por su empresa? Pero, sobre todo, ¿cómo podía ser tan insensible?
- Entonces, ¿me estás echando por algo que no puedo controlar? ¿Y de todos esos compromisos que te prometí? ¿Los sacrificios personales que hice por ti y por la empresa? - Samanta dio un paso al frente, su voz más firme. - No puedo creerlo.
Hugo la miró de arriba a abajo, como si ya no fuera más que un simple obstáculo que había dejado de ser útil. Aquel que siempre había considerado su amiga, su socia, ahora solo era un problema.
- Te dije que esto no era personal. Pero si no puedes entenderlo, entonces tal vez nunca fuimos tan cercanos como pensaba. Es hora de que sigas adelante, Samantha. Aquí ya no hay lugar para ti.
Las palabras de Hugo resonaron en su cabeza, como un eco que no dejaba de atormentarla. En ese momento, todo lo que había construido junto a él se desmoronó. La confianza, el trabajo, los sacrificios. Todo fue barrido por el frío pragmatismo de Hugo. La traición, aunque no era nueva para ella, la dolió más de lo que había anticipado.
Samantha intentó mantener la calma, pero algo dentro de ella comenzó a quebrarse. Su voz sonó más baja, más segura, a medida que hablaba.
- Ya entiendo. Gracias por... ser tan claro, Hugo.
Él no respondió. Simplemente volvió a su silla, levantando el teléfono con una indiferencia que la hizo sentirse aún más pequeña. El cinismo en sus ojos, la forma en que había dejado de verla como un igual, la hirió profundamente.
Salió de la oficina sin mirar atrás, sin esperar que él dijera algo más. Mientras caminaba por el pasillo, las paredes de cristal de la torre parecían opacarse frente a ella. La ciudad de abajo, que siempre había sido un reflejo de sus sueños, ahora se veía distante. Irreconocible.
La puerta del ascensor se cerró tras ella, y en el reflejo del vidrio, vio a una mujer que había sido despedida, traicionada y humillada. Pero también vio algo más. Una chispa. Algo que aún le quedaba. El deseo de hacerle frente a Hugo, de devolverle cada golpe que le había dado. Pero no de la forma en que él esperaba.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el lobby, Samantha se dio cuenta de que lo que sentía no era solo rabia. Era una determinación inquebrantable. Hugo había cometido un grave error.
En su interior, una idea comenzaba a formarse. Un plan que, aunque incierto en detalles, estaba claro en sus intenciones.
Ella iba a crear algo que lo haría arrepentirse.